Last Light (2022), de Dennie Gordon

Andy Yeats, ingeniero petroquímico, está a punto de volar de Londres a París, donde su hijo se someterá a un tratamiento por su enfermedad ocular degenerativa. Pero antes de partir recibe una llamada de sus superiores, que le indican que se le requiere en un país de Oriente Medio, pues se ha detectado algún tipo de problema con el petróleo que se extrae allí. Una vez en su destino, se entera de que se ha producido una rara crisis energética global: los combustibles fósiles ya no funcionan.

Otra serie apocalíptica más, con un atractivo punto de partida, que advierte de la dependencia de la civilización moderna del petróleo. Se ofrece un mensaje ecologista, pero se agradece que intente darse un punto de vista poliédrico del asunto, ofreciendo el punto de vista de los jóvenes, a partir del personaje de Laura, hija del protagonista, que recuerda en cierta manera a Greta Thunberg. También se denuncia el peligro de activistas que toman una postura radical.

Sin embargo, faltan ideas en el desarrollo, con algunas escenas ridículas del caos desencadenado, mientras que los tiroteos en los que se ve envuelto el protagonista –a quien persiguen los terroristas ecológicos– se vuelven repetitivos. Una pena porque se desaprovecha el buen hacer de Matthew Fox, estrella de Perdidos, ausente de la interpretación desde hacía siete años.