Los secretos de Sulphur Springs (2021), de Robert J. Metoyer

Tras dejar su trabajo en Chicago, Ben Campbell se lleva a Sarah, su mujer, y a sus tres hijos –Griffin, de doce años y los mellizos Zoey y Wyatt, de nueve–a restaurar un viejo hotel abandonado, en Sulphur Springs, pequeña localidad de Louisiana. Cuando empieza las clases en su nuevo instituto, Griffin descubre que sus nuevos compañeros se sobresaltan cuando les cuenta que vive en el hotel Tremont. Al final, conoce a Harper, muchacha que le cuenta que el edificio donde reside está poseído por el fantasma de Savannah, chica de su edad desaparecida treinta años atrás. Mientras que Griffin está convencido de que no existen los espectros, Zoey y Wyatt se proponen encontrar al espíritu de Savannah.

Convincente serie dirigida al público familiar. Combina misterios por resolver, elementos fantásticos y algo de comedia, con un montaje muy ágil. Parece seguir la estila de Stranger Things, pero con un tono mucho más blanco y aunque algunas escenas propias del cine de terror podrían asustar a los niños de menor edad, no llega la sangre al río.

Al final, los once capítulos cortos (de unos 25 minutos) que componen la primera temporada dejan con ganas de más. Los jovencísimos Preston Oliver (Griffin) y Kyliegh Curran (Harper) defienden bien a los personajes con mayor peso en la trama, y están rodeados de secundarios con talentos. Quizás fracasa Josh Braaten, en la piel de Ben, padre de Griffin, porque su personaje no acaba de estar bien definido en la trama.