Locas de alegría (2016), de Paolo Virzì

Toscana italiana. Villa Biondi es un centro hospitalario con aspecto de gran finca rural, en donde se ubican mujeres con desequilibrios mentales, más o menos leves. Allí se encuentra Beatrice, mujer de la alta sociedad que parlotea sin parar y se pasea por el lugar como si fueran sus dominios. Encontrará una improbable compañía en la más joven y recién llegada Donatella, mujer reconcentrada en sí misma que parece presa de una honda tristeza. Aprovechando una salida del recinto, ambas escaparán y deambularán solas por la ciudad.

Mirada comprensiva y moderadamente optimista hacia las personas con problemas mentales, obra de Paolo Virzì, uno de los directores italianos más en forma de los últimos años. Cuenta una historia con dos personajes que se sitúan en el límite de la cordura, mujeres sufridoras de caracteres completamente opuestos, que llegarán a estimarse y apoyarse en sus traumas y errores, en sus depresiones y abandonos familiares, pero que antes deberán pasar por difíciles etapas de convivencia a través de un viaje de aceptación y fricción constantes. Cada alma sufre a su manera, con reacciones diferentes, desproporcionadas, más o menos graves. Pero todas necesitan el cariño para salir adelante.

Locas de alegría se mueve siempre entre la comedia y el drama, algo que viene acentuado sin duda por el carácter de Beatrice y Donatella, caracteres bien definidos e interpretados con magnífica perfección por Valeria Bruni Tedeschi y Micaela Ramazzotti, a la sazón esposa del director. Ambas vuelven a repetir con Virzì tras la contundente El capital humano y la costumbrista La prima cosa bella, respectivamente. Rodada con una puesta en escena realista, con bastante ritmo y cámara en constante movimiento, es cierto que la trama de la película no resulta a priori demasiado estimulante, también que el atractivo de las protagonistas es limitado y el espectador tardará en situarse, pero gracias al trabajo de las actrices y a un último tercio más redondo se reducen en importancia los pasajes más arbitrarios, numerosos episodios de poco calado en la peripecia de las amigas (la visita a la discoteca, al abogado, a Renato, a la madre de Donatella), al tiempo que van ganando en fuerza otras perspectivas, como el crecimiento de la amistad, la bondad de terceras personas –los padres de adopción– o el sentido común y el cariño que las pacientes reciben de sus cuidadores, especialmente a manos de la directora del centro, un lugar donde las personas cuentan.