Los amantes del engaño (2022), de Nicolas Bedos

El decadente y lánguido marco veraniego de la Riviera francesa. Adrien Saillard es un joven gigoló mantenido por Martha Duval, caprichosa y temperamental actriz madurita, antaño estrella y ahora en horas bajas, que vive en un casoplón. A una de sus espectaculares fiestas acude Margot Hansen, otra pilla que se camela a tipos de más edad, y ambos conectan profesional y sentimentalmente. Aunque por supuesto, Adrien debe ocultar la relación a Martha, y entre sus grandes timos Margot empieza a orquestar uno haciéndose pasar por extranjera que busca una mansión para papá y mamá, que debe proporcionarle el promotor inmobiliario casado Simon Laurenti.

Cinta de enredo con elementos de vodevil, el título original de “Mascarada” es más sugestivo que el español, escrita y dirigida por Nicolas Bedos a partir de un proyecto de novela que nunca llegó a convertirse en tal. Recuerda bastante a la posterior Mi crimen, aunque a mi entender está más conseguida narrativamente que la película de François Ozon, y ello a pesar de su desmedido metraje, dos horas y cuarto. También hay aquí casi al principio un confuso episodio con un arma de fuego, lo que da pie a un flash-back que se prolonga gran parte del film, y que nos conduce en varios momentos a un juicio, aunque en esta ocasión la vista discurre por cauces distintos. Y se apuesta decididamente por un feminismo #MeToo en que las mujeres deben tomarse su revancha.

La película arranca con una cita de Somerset Maugham, otro referente de Bedos a la hora de abordar esta relación de ricos y más justos de dinero, y a la que suma la guerra de sexos y las relaciones en que hay una llamativa diferencia de edad. También en la situación del gigoló y la actriz parece claro que se tiene en cuenta El crepúsculo de los dioses, incluso a la hora de imprimer al relato un algo de “cine negro” con diferentes capas de engaño.

El reparto funciona muy bien, con Pierre Niney y Marine Vacth asumiendo los papeles “juveniles” –aunque en su estilo de vida de aprovechados tienen callo de “viejos”–, y François Cluzet e Isabelle Adjani el de los maduritos que no se resignan a aceptar su edad, aunque también están bien el resto de nombre más o menos ilustres, Emmanuelle Devos, Laura Morante, Philippe Uchan...