Tratamiento real

Isabella sale adelante gracias a su peluquería neoyorquina, pese a que el dueño del local no para de extorsionarla para que le pague todo el dinero posible, y que tiene que hacerse cargo de los desperfectos que ha causado un accidente. Le echan una mano su abuela y sus dos amigas, Destiny y Lola. Un día requiere sus servicios por error –pues se equivoca de peluquería– el asistente de Thomas, príncipe de Lavania –nación situada al este de Aldovia (sic)–, a punto de contraer matrimonio, así que como queda contenta con su trabajo, y le ha deslumbrado su firmeza a la hora de defender a la gente humilde, la recluta, junto a Destiny y Lola, para viajar a su país y ocuparse del estilismo de su prometida, la texana Lauren, y de su familia, en el enlace real.

Coproducción entre Nueva Zelanda y Estados Unidos que podría haber derivado en otra de las acartonadas comedias románticas de Netflix, que la plataforma produce como churros. Sin embargo, los guionistas manejan con cierta habilidad elementos típicos de los derivados del cuento de “La Cenicienta”, y por ejemplo aciertan al no presentar como contrincante de la protagonista una futura esposa del príncipe egoísta y malvada, o sea que no está nada claro si resulta lícito arrebatarle al novio… El film tiene cierto espíritu capriano, pues la peluquera despertará la conciencia social del heredero real, pese a que tiene como padre a un émulo del Potter de ¡Qué bello es vivir!.

Laura Marano, secundaria en Lady Bird, logra una enorme simpatía como Isabelle, de hecho su trabajo invita a seguir su carrera, pues podría sacar adelante papeles más complejos. Pero también demuestran su valía, Mena Massoud, que fuera Aladdin, en la versión en imagen real del clásico de Disney, aquí el príncipe Thomas, Cameron Rhodes, empleado suyo atraído por la protagonista, y la neozelandesa Chelsie Preston Crayford, que da vida a la dulce Lauren.