Madres verdaderas

Emotiva película de la cineasta japonesa Naomi Kawase, muy coherente con su filmografía previa, que en colaboración con Izumi Takahashi adapta de modo personalísimo una novela de Mizuki Tsujimura, lo que le permite una exploración poliédrica y llena de matices acerca de la hermosura de la maternidad, lo que supone amar y criar a un hijo. El qué, la trama y sus protagonistas, y el cómo, la aproximación visual y sonora, se trenzan armoniosamente conformando una película que se clava honda en el alma del espectador. Por temática y sensibilidad, es quizá el film de Kawase que más se acerca al cine de su admirado Hirokazu Koreeda.

No estamos ante una narrativa lineal, y sin embargo Kawase saber ser muy clara en la exposición, donde una “miguita” nos lleva a otra, y yendo temporalmente hacia atrás y hacia adelante, comprendemos bien la historia. Un disgusto con el niño Asato, acusado de mal comportamiento en la guardería, nos lleva a conocer lo mucho que han deseado y han luchado los padres por tener a ese hijo. Porque Satoko, por problemas de fertilidad en el esposo, no se quedaba embarazada, y acabaron recurriendo a la adopción. En el otro lado, tenemos a la adolescente Hikari, que se quedó encinta de un compañero de clase al que amaba, y a la que sus padres obligaron a renunciar al bebé, Asato, por supuesto. Sakoto ha sido muy feliz con su hijo, pero Hikari siempre le ha echado en falta, y la incomprensión familiar le obligó a madurar antes de tiempo, y a vivir con independencia.

La película nos presenta la maternidad desde distintas ópticas, todas verdaderas, aunque algunas más ejemplares que las otras. Además de las dos madres citadas, con su alegría y su dolor, podemos hablar de la mujer que regenta el centro de adopción, de algunas de las chicas que acoge ahí hasta que dan a luz y entregan a sus bebés, y de la madre de Hikari, que muestra un rigorismo y una incomprensión hacia su hija que hiela la sangre. Y hay además otros personajes, porque el pedazo de vida cotidiana que nos entrega la directora es rico en matices, por ejemplo el jefe de Hikari, que saca a colación el problema de la comunicación, cuando no se habla y se expresan los sentimientos, vienen las sorpresas, el marido de Satoko, el inmaduro novio de Hikari, o los mafiosos que extorsionan a una amiga de Hikari. Todos los actores, desde las protagonistas a los que tienen menos presencia, están geniales.

Estéticamente, la película es una maravilla, y eso sin alardes preciosistas, con imágenes bastante naturalistas, a veces con una iluminación intensa, de fotografía quemada, y con presencia del mar, los árboles, o elementos urbanos, acompañados de los sonidos correspondientes y de una maravillosa partitura musical de Akira Kosemura.