Cangrejo negro (2022), de Adam Berg

Futuro distópico de un mundo en guerra quizá no tan lejano, vista la actual invasión de Ucrania. A seis soldados se les encomienda una peligrosa misión para derrotar al enemigo: llevar a una base lejana un misterioso paquete, siguiendo un itinerario que posibilita el hecho de que las aguas que rodean el archipiélago se han convertido en un mar helado. De modo que deben llegar patinando, con la guía de una profesional de los patines, Caroline. A ésta la motiva sobre todo la noticia de que su hija perdida se encuentra en dicha base.

Debut como director de largos del sueco Adam Berg, quien hasta ahora solo había filmado cortos y vídeos musicales. Aunque la trama de misión bélica es architípica, con el transporte de algo vital para la guerra como “mcguffin” para llevarnos por distintos puntos donde ocurren cosas, la cinta sorprende por la increíble puesta en escena.

En efecto visualmente el patinaje da mucho juego, sobre todo con los pasajes de las capas de hielo resquebrajándose en determinados puntos, o las “sorpresas” congeladas que encuentran en su expedición. Otros elementos son más convencionales, como las dudas sobre un posible traidor, o todo lo que acontece en el último tramo, bastante forzado. O el recurso paulatina a flash-backs para explicar las motivaciones de la protagonista. Aunque resulta ingenioso que en la trama se contrapongan las razones personales con las de la colectividad, lográndose una singular conciliación, un poco siguiendo lo de “quien salva un alma, salva el mundo entero”.

En el reparto destaca Noomi Rapace que dabe dotar de humanidad a un personaje que parece monolítico. En tal sentido el film muestra la rudeza que provoca la guerra, en que el valor de la vida ajena parece escaso, aunque paradójicamente, la de aquellos que nos importan cotizan al alza.