Robots (2023), de Casper Christensen

Un futuro no muy lejano. La sociedad cuenta con robots para realizar diversas tareas, aunque las réplicas personales están estrictamente prohibidas. Sin embargo, el ejecutivo y vividor Charles usa un doble perfecto para ligar con chicas y “preparárselas” de modo que, después, él pueda acostarse con ellas sin compromisos. Pero sus planes se van a complicar cuando establezca contacto con Elaine, una joven que también usa una réplica para desvalijar a sus ligues.

Casper Christensen y Anthony Hines dirigen una comedia futurista cuya premisa es original, la de la suplantación de los humanos por robots, de manera que éstos puedan realizar las labores sociales más ingratas. A nadie escapa que ese futuro no está quizá demasiado lejos. Sin embargo, el tono de comedia paródica resulta desmedido y chabacano, algo que no debe sorprender cuando hablamos de que entre los guionistas se encuentra el mencionado Anthony Hines, colaborador de Sacha Baron Cohen en libretos como el Borat, el de Brüno o el de otras lindezas por el estilo. Sin llegar a los extremos desagradables de esas películas, aquí tenemos algunos desnudos, un lenguaje grosero y un chato horizonte vital de los protagonistas, aspectos que rebajan inevitablemente una propuesta que tenía visos de desembocar en algo simpático.

Estas limitaciones no significan que Robots no ofrezca algunos gags graciosos, que se aporte de fondo una crítica a la libertades en Estados Unidos y que sirva de reflexión la idea de que los humanos podemos llegar a convertirnos en seres tan mezquinos y egoístas que paradójicamente tengamos que recibir lecciones de nuestras propias creaciones artificiales para poder recuperar nuestra humanidad. La película destaca también por los “dobles” trabajos del reparto y especialmente por la presencia de Shailene Woodley, cuya estrella parece haber declinado un poco tras varios años en la cresta de la ola, mientras que su compañero Jack Whitehall convence igualmente aunque resulte también un tanto cargante.