Fargo (4ª temporada) (2020), de Noah Hawley

Cuarta temporada de la serie inspirada por la película homónima de los hermanos Coen, y que desarrolla en esas coordenadas Noah Hawley. Es curioso porque, al menos en su arranque, invita más a evocar a Muerte en las flores que a Fargo, o al menos esa es mi percepción, por los enfrentamientos gangsteriles entre bandas que vertebran la narración. Se trata de la temporada más floja de las imaginadas por Hawley, que parece querer crear un subtexto con la época en que se ha rodado la serie, con elementos como la cuestión racial –nueva rebeldía de los pisoteados negros, "Black Lives Matter" al poder– o el empoderamiento femenino simbolizado por la pareja de lesbianas, una afroamericana, la otra india, o la adolescente que autoafirma su personalidad –adelante con el movimiento #MeToo–. El creador de la serie demuestra que sabe escribir frases memorables, pero acumula tantas que produce un curioso efecto "empacho", demasiada solemnidad y búsqueda de momentos "únicos", que perjudican al conjunto.

Ambientada a principios de los 50 en una población de Missouri, utiliza el recurso de la voz en off de una adolescente negra, Etherilda, quien estaría escribiendo una redacción o un diario. Y explica cómo en la ciudad ha habido siempre bandas criminales a la gresca, procedentes de los distintos grupos inmigrantes. Primero llegan los judíos, luego los irlandeses, que les barren, y luego los italianos, que se hacen los amos del cotarro. Y en el momento en que transcurre la acción serían los afroamericanos los que conviven y hacen un trato con los italianos de larga tradición: intercambiar al hijo afro de un lado con el italiano del otro, para que se críen en ese entorno, y asegurar una paz, que en ocasiones anteriores no ha prosperado. Descubriremos que Etherilda es mestiza, y que el hijo del capo italiano va a aprovechar una oportunidad para que una enfermera que parece un tanto chiflada le dé matarile a su papá, y pueda convertirse en el jefe de la banda. Lo que pondrá en peligro el precario equilibrio pactado con los afroamericanos.

Por supuesto tenemos dentro de la crítica social soterrado humor negro y personajes algo estrafalarios, principalmente el de la enfermera Oraetta, encarnada por Jessie Buckley, que tiene la curiosa afición de envenenar o matar a la gente a la que supuestamente cuida. Y sorprende el habitual en la comedia Chris Rock, al que aquí toca desarrollar un papel serio. No faltan los momentos pasados de rosca, como el del incidente en un semáforo, que obliga a llevar al jefe de los italianos al hospital; o el grotesco del atraco del dúo lésbico con una de ellas acometida de un ataque de diarrea.