Gangs of London (2020), de Corin Hardy

Serie sobre las bandas gangsteriles multiculturales contemporáneas que operarían en el Londres, actual, destaca por su inusitada y gráfica violencia, no apta para todos los estómagos.

Gareth Evans y Matt Flannery no ocultan las cartas con que juegan en ningún momento, pues la trama arranca en lo alto de un edificio con un pobre diablo boca bajo, y el skyline londinense al fondo, Sean Wallace está a punto de aplicarle gasolina y hacerle arder mientras cae al vacío, para vengar la muerte de su padre, el capo gangsteril Finn Wallace. A partir de ese momento volvemos atrás, para conocer las circunstancias en que este fue asesinado, y el modo en que Sean ha asumido la sucesión en su banda, buscando culpables entre las bandas que trabajan bajos sus auspicios, donde hay grupos mafiosos albanos, turcos y pakistaníes. Le ayuda en su búsqueda su socio afrobritánico Ed Dumani, y se gana su confianza Elliot Finch, que en realidad es un agente encubierto de la policía que al fin se ha hecho un hueco en la organización criminal.

No hay espacio para la visión romántica del mundo gangsteril. Tampoco para una óptica de tragedia shakespereana como la que procuró Francis Ford Coppola en su trilogía de El padrino. El modo en que Evans y Flannery abordan el mundo del crimen organizado no deja un resquicio a la humanidad de los personajes, todos son odiosos, más incluso que los que retrata Martin Scorsese en su filmes, en los que menos puede distinguirse que hay personas, aunque sean a veces monstruos.

Quizá sus modos narrativos ásperos se acercan más a la serie Peaky Blinders, también bastante desagradable. La serie describe el relevo generacional, y está rodada con ritmo brioso, pero su digestión puede provocar más de una úlcera, por ejemplo, a la hora de animar a un preadolescente a cometer su primer asesinato, un hombre enterrado en tierra, asomando solo al exterior su cabeza que implora piedad. El reparto lo componen desconocidos, el actor que más suena es Colm Meaney.