Las amistades peligrosas (2022), de Olly Blackburn

Desde que Stephen Frears acometió la primera adaptación en inglés de altos vuelos de la novela libertina de Choderlos de Laclos “Las amistades peligrosas”, se diría que esa trama cínica acerca del amor ha hecho fortuna, siendo revisitada en múltiples ocasiones, incluso en versión adolescente o trasladando la historia a la actualidad, casi nunca con demasiada fortuna. Ahora llega esta miniserie creada por Harriet Warner, que imagina a unos juveniles Pascal y Camille, amantes ardorosos, que en el futuro serán los conocidos vizconde de Valmont and marquesa de Merteuil; se supone que son todavía inexpertos en su mirada a las lides amorosas, o en el recurso a la manipulación y a la venganza cuando se sienten ofendidos, aunque se podría añadir que apuntan maneras, al menos en su afición a los placeres carnales.

Quizá ante la obra original, o los filmes de Frears y Milos Forman, uno podía sacar un dedo reprobatorio por su acercamiento inmoral a unas prácticas cortesanas decadentes y carentes de principios, pero al menos se podía reconocer cierto ingenio argumental, o diálogos medianamente trabajados. La serie que nos ocupa conserva lo primero olvidando lo segundo, confiándolo todo al amor (es un decir) y lujo (aunque un tanto impostado) de la producción, a la hora de atrapar el espíritu (es otro decir) de la época, e incorporando clichés más de nuestros días, como el empoderamiento femenino, o la mirada inclusiva, hay por ahí unos cuantos personajes negros al más puro estilo de Los Bridgerton. En el reparto encabezado por los atractivos jovenzuelos Nicholas Denton y Alice Englert, se agradece la veteranía de Lesley Manville, la marquesa en el momento de la narración, pero su presencia no basta para eliminar el cansinismo con que discurre todo.