Fatum (2023), de Juan Galiñanes

Sergio es un ludópata al que su esposa estaba a punto de abandonar con sus niños, pero que se ha echado atrás en el último momento. Pablo es un policía de operaciones especiales cuyo hijo, con una dolencia cardíaca, necesita urgentemente un trasplante de corazón. Una recaída en su vicio conduce a Sergio a un local de apuestas con toda su familia; lo que coincide fatalmente con un atraco de unos tipos enmascarados, que deviene en situación de toma rehenes. A la inspectora Costa le toca liderar la situación de crisis, y Pablo es uno de los policías del operativo, pero puede que no se encuentre en su mejor momento.

Debut en la dirección de largometrajes con actores de Juan Galiñanes, también guionista con Alberto Marini. Galiñanes dirigió el film de animación Noche ¿de Paz? - Holy Night!, y había coescrito el guión de Quien a hierro mata. Vuelve a sumergirse en el thriller, y ha contado con uno de los actores de ese film, el siempre formidable Luis Tosar. Y sin duda tiene que haber sido valiosa la experiencia acumulada como montador en las series policíacas Hierro y La unidad.

En sus primeros compases la película, que transcurre a lo largo de unas pocas horas, recuerda a esos pasatiempos consistentes en puntos numerados que al unirse consecutivamente con líneas acaban dándonos un dibujo. No hace falta ser Einstein para imaginar la situación que se va a producir en algún momento en un hospital, cuando se nos presentan en el arranque los dramas de dos familias; y hasta que llega, hay espacio para la sorpresa, pero no demasiado. No faltan situaciones típicas de las películas policíacas y hospitalarias, a veces bordeando el cliché, existe un esfuerzo para sortearlo aunque hay que reconocer que la máquina del guión no acaba de estar totalmente engrasada.

En cualquier caso, la producción, que transcurre en su totalidad en La Coruña, esta cuidadísima, con amplios planos generales de la ciudad, y gran despliegue y aparato en lo relativo al atraco y la operación policial. Y funciona la tensión en el salón con la musiquilla de las máquinas tragaperras, la labor de la negociadora con uno de los atracadores, los francotiradores en sus puestos, los teléfonos móviles con sus llamadas inoportunas...

Como apunta el título, la trama invita a pensar en el destino y las casualidades de lo que nos acontece en la vida. Así, en varios momentos los personajes no pueden dejar de pensar en lo que habría ocurrido si hubieran actuado de forma diferente a como lo han hecho, de modo que se apunta a dos conceptos que siempre van unidos, libertad y responsabilidad, nuestras acciones tienen consecuencias, y pueden asomar sentimientos viscerales como el de la búsqueda de venganza, el sentido de culpa y el arrepentimiento, aunque con la idea al fondo de que no todo se puede prever, no somos Dios, y seguramente que haya una breve escena en la capilla del hospital no es casual, proporciona subtexto acerca del deseo imposible de tener el control total y absoluto de nuestras vidas.

Tosar demuestra una increíble versatilidad a la hora de dibujar su adicción, la ambivalente relación con su mujer e hijos, su buenismo e impulsividad, logra que toda esa maraña de sentimientos confluyan en alguien creíble. Repite como policía Álex García tras Antidisturbios, y lo hace bien al igual que Elena Anaya en un personaje arquetípico de jefa al que logra insuflar una profesionalidad creíble, aunque sobre la escena de la llamada final del esposo, toque de humanidad que queda algo sensiblero. Aunque las madres tengan su papel, está claro que el film quiere poner el foco en los personajes de los padres, con unos Sergio y Pablo que se ven unidos inesperadamente por el destino.