Ladrón (1981), de Michael Mann

Primer film para la gran pantalla de Michael Mann. Sigue a Frank, un sofisticado ladrón de joyas custodiadas en cajas fuertes, que trabaja de modo independiente, escogiendo a los socios y proveedores que más le convienen. Estuvo tiempo atrás en prisión, y ahora a su mentor, encerrado, le queda poco tiempo de vida, lo que le hace reflexionar sobre la fugacidad de la vida, y la conveniencia de sentar la cabeza. De modo que se plantea casarse y retirarse, pero antes acepta un “último” trabajo, sugerido por Leo, un gángster al que fascina su profesionalidad.

Mann demuestra ya ser un gran cineasta, con gran dominio de la narración y la puesta en escena, la fotografía urbana nocturna, jugando con los reflejos de las luces artificiales, es sencillamente soberbia, y los momentos de acción están muy bien llevados. Sabe combinar además la explicación de cómo se va a ejecutar el robo, con los diversos preparativos, con el lado humano del protagonista, soberbio James Caan, que compone uno de sus mejores personajes, viril y resuelto, pero con su corazoncito. La película explora la idea de lo difícil que es escapar del ambiente de criminalidad en el que uno se ha desenvuelto, jugando incluso con conceptos como destino y corrupción.

En el reparto destacan también James Belushi como uno de los colaboradores de Frank, y sobre todo Robert Prosky, personaje despiadado que en Frank sólo quiere un peón para ejecutar sus planes. También resuelve bien su rol Tuesday Weld, que sabe dotar al personaje de la esposa de Frank de la necesaria humanidad. Es magnífica la escena que comparte con Caan en la cafetería, en que se le declara explicando su actividad delictiva, las cartas sobre la mesa, dispuesto a mostrarse sinceramente tal como es.