Lakewood

Amy, recientemente viuda, tiene que lidiar con la educación de su hijo adolescente Noah, con quien últimamente se ha distanciado. Una mañana de diario Amy sale a correr por el bosque y al cabo del tiempo recibe una llamada terrible: alguien está disparando y matando a los alumnos en Lakewood, el instituto de su hijo. Pronto sabe que Noah sigue retenido en el colegio y Amy tendrá que llegar corriendo hasta allí, mientras la angustia y el miedo se van adueñando de ella. Y no parará de hablar por el móvil, con la policía, con amigas, con profesoras, etc.

El veterano director Phillip Noyce (Calma total, Salt) pone el dedo en una de las llagas más dolorosas de la sociedad estadounidense: el acceso libre a las armas de fuego. Hay numerosas películas que hablan de esta situación que enfrenta a los ciudadanos de Estados Unidos. Por un lado están los que, en pro de la libertad total, defienden el derecho de poseer armas de fuego; por otro los que, en pro de bien social, denuncian que la vida de la gente esté en manos cualquier energúmeno. Especialmente lacerante es el hecho de que los ataques puedan tener lugar en centros escolares, como por ejemplo mostraba la película Elephant, sobre la matanza del institito Columbine.

La novedad de Lakewood es que aquí nunca vemos el colegio, ni al asesino, ni a las víctimas. Toda la narración se desarrolla a través de las angustiosas conversaciones telefónicas que mantiene la protagonista en medio del bosque, mientras atraviesa a la carrera veredas, arboledas, ríos y laderas para llegar cuanto antes al instituto en donde está su hijo. Este enfoque tiene cierta originalidad, sin embargo hace que al poco rato el relato se convierta en algo muy monótono, por lo que para no agotar demasiado se introducen en el guión de Chris Sparling leves giros que aporten variación, algunos tan forzados como la conexión con el atacante o cierta conversaciones con la policía. Al menos Noyce no alarga el metraje ni hasta la hora y media. Y por supuesto, todo se sostiene medianamente gracias a la única actuación que vemos en pantalla, la de Naomi Watts, una madre preocupada un tanto histérica pero que más o menos resulta creíble.