Madame Curie (2020), de Marjane Satrapi

La historia de la científica polaca ganadora por partida doble del Premio Nobel Marie Sklodowska, más conocida como Marie Curie, que se casó con el también científico Pierre, también reconocido con el primero de los citados Nóbeles. La película se inicia con el ingreso urgente en un hospital de Marie tras sufrir un colapso en 1934, y mientras su camilla recorre los pasillos para poder atenderla, recuerda su increíble trayectoria profesional y vital.

El guión del film es obra de Jack Thorne, quien además de participar en el libreto de Wonder, ha estado en los de The Aeronauts, también con cuestiones científicas de por medio e importante personaje femenino, y Enola Holmes, sobre una supuesta hermana de Sherlock Holmes, tan lista o más que él. Mientras que tras la cámara está la ecléctica e irregular Marjane Satrapi, que llamó la atención con la cinta animada adaptación de su propia novela gráfica Persépolis.

El personaje de Madame Curie ha tentado a muchos cineastas, hasta cuatro películas vienen a la cabeza sobre la genial investigadora, con las interpretaciones de Greer Garson, Nicole Stéphane, Isabelle Huppert y Karolina Gruszka. Ahora el reto lo asume Rosamund Pike, que sabe dotar de complejidad a su Marie. Porque la vemos apasionada de la investigación, segura de sí misma con su punto de arrogancia, dispuesta a discutir con quien haga falta para lograr sus objetivos, y al mismo tiempo capaz de enamorarse y de distinguir el talento de su marido Pierre, y como madre de familia con su ligero remordimiento de haberse ocupado bastante de sus hijas, o capaz de nuevas aventuras amorosas tras la muerte de Pierre, que le golpea como un rayo.

Thorne, a la hora de abordar la vida de Madame Curie, ha querido dar a su libreto un punto de originalidad poniendo en todo su valor sus investigaciones sobre la radioactividad. Para ello atraviesa el film de digresiones colaterales sobre su posible uso bueno y malo, anticipando el futuro con imágenes sobre la radioterapia para tratar un cáncer, pero también de la bomba de Hiroshima y el accidente de Chernobyl. La idea da al film un aire diferente sin duda, y al menos hay que reconocer la capacidad de riesgo, pero queda bastante artificial y distrae sobre lo que de verdad interesa al espectador en ese momento, conocer la vida de la señora Curie. De hecho, ideas como el espiritismo, las danzas de la coetánea Loie Fuller o el papel de Curie madre e hija en la Primera Guera Mundial quedan deshilvanadas, y habría valido la pena apuntalarlas en vez de distraerse con algo que podía haberse señalado en unos rótulos finales, si tan importante era hablar del uso y abuso de la radioactividad. En tal sentido lo más cuidado es la relación del matrimonio Curie, donde Sam Riley hace también un buen y sutil trabajo.

De todos modos estamos ante un film de amplio y cuidado lienzo, y al ver en los créditos los nombres de Tim Bevan, Eric Fellner, Paul Webster y Joe Wright como productores se entienden sobradamente algunas de sus apuestas estéticas.