Julia (2022), de Charles McDougall

La figura gastronómica y televisiva de Julia Child ha dado pie a una película donde le dio vida Meryl Streep, Julie y Julia, a un documental, Julia, y ahora a esta serie televisiva, realmente solo falta una cinta de animación, ahí arrojo la idea. Se explica tanto interés por la popularidad del personaje en Estados Unidos, y porque de algún modo se convirtió en icono feminista en los 60, al demostrar lo que podía hacer una mujer en una época poco propicia, con su talento e ingenio, sin importar que ya hubiera cumplido la cincuentena.

Julia está casada con Paul, un diplomático que acaba de jubilarse. Él tiene idea de dedicarse a la pintura, que le encanta, y que le gustaría que fuera algo más que un hobby. El marido era amante de la buena cocina, y durante su destino en París Julia aprovechó para aumentar sus conocimientos culinarios con los mejores chefs. Esto propició la publicación de un popular libro de cocina. De su presencia en un programa de la televisión pública de Boston sobre libros surgirá la idea de un show culinario, idea muy novedosa. Se llega a grabar un episodio piloto, pero Julia debe enfrentarse a un ambiente algo hostil a un tema que parece poco serio, aún más para unos programadores mayoritariamente varones. Y sin embargo...

Daniel Goldfarb, uno de los productores de La maravillosa Sra. Maisel, es el creador de una serie desarrollada con gusto, resultan muy agradables de ver sus ocho episodios, con títulos de distintos platos de cocina. Podría pensarse que el tema no daba para tanto, pero se pinta muy bien al personaje, y se tratan con naturalidad las conquistas sociales de la mujer. Es bonito el dibujo que se hace del matrimonio Child, muy enamorados el uno del otro, sin hacer mella la menopausia que le ha alcanzado a ella, o el hecho de que no han podido tener hijos. La sombra que ella podría hacerle a él, no deja de proyectarse, pero se apunta al amor como el motor capaz de evitar que esto estropee la relación. Tiene encanto ver a Julia como fuerza inspiradora de sus amigas y de las espectadoras y lectoras de sus libros, o el buen ambiente que sabe crear en el plató, ganándose las simpatías de los distintos trabajadores que pululan alrededor, y también del responsable del programa, inicialmente reticente. Se atrapa el espíritu de los inicios de la televisión, cierta energía ilusionante que tal vez en la actualidad se ha perdido, o la idea de combinar entretenimiento con la de educar a la audiencia.

Los actores están muy bien, grandes profesionales pero no hiperreconocibles. Sarah Lancashire logra que nos olvidemos de la Streep, compone a la protagonista con mil matices, imitándola a la perfección, pero sin histrionismos. Y compone a la perfección a su media naranja David Hyde Pierce, un hombre tierno, paciente por ejemplo con su suegro, que tiene presencia en un episodio, e interpretado por un invitado de lujo, James Cromwell.