The Walking Dead (8ª temporada)

Rick Grimes logró el apoyo de dos comunidades de supervivientes, Hilltop y El Reino, también sometidas por Los Salvadores, liderados por Negan, para iniciar una guerra contra ellos. Pero no será fácil acabar con tan mortíferos enemigos, ya que les superan en número, y además los caminantes siguen haciendo de las suyas, hasta el punto de morder a una persona bastante querida por Rick Grimes.

La temporada más decepcionante (y eso que la anterior había dejado el listón muy bajo), de Scott M. Gimple al frente de The Walking Dead, aunque por suerte la última, pues viendo que la audiencia empezaba a desertar en masa, AMC decidió relevarle de sus funciones. Apenas aparecen escenas de entidad, y se suceden nuevos personajes bastante insulsos a los que no se desarrolla como Paul Rovia (apodado “Jesús”, por su largo cabello y barba, que recuerdan al Mesías), que le ha correspondido al actor Tom Payne, incapaz de darle entidad. Parece que sus responsables sólo saben ofrecer dos tipos de historias, o los protagonistas se enfrentan a otros humanos o a los zombies.

Un ejemplo de la decadencia lo constituye el embarazo de Maggie, encarnada por Lauren Cohan, que anunció su estado en la sexta temporada, pero después de otras dos, y aunque todo indica que han podido pasar varios años, todavía no ha dado a luz. Para tratar de disimular que no se tiene nada nuevo que aportar, y que lo mejor hubiera sido cerrar la serie tras la sexta temporada, los guionistas recurren a secuencias de relleno, como las extrañas visiones de Rick. También acaban con la vida de algún personaje conocido desde la primera temporada, pero este artificio no provoca ya el mismo impacto que antes.