Biografía de Michael Powell (1905-1990)

Michael Powell (Bekesbourne, 30 de septiembre de 1905 - Londres, 19 de febrero de 1990), un incomprendido en su tiempo, es hoy una figura reconocida, sobre todo por los nuevos directores norteamericanos, como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o Steven Spielberg, del que en gran parte son deudores.

Hijo de un hotelero, tuvo una esmerada educación en Canterbury y Londres. De carácter individualista, se inició en el mundo del cine en 1922, al lado de Léonce Perret, Jacques Feyder e Ivan Mosjoukin. Ayudante de Rex Ingram (Mare Nostrum, 1925), su aprendizaje en la profesión sería largo: primero como colaborador de Alfred Hitchcock, montador y guionista de diversos realizadores de principios del cine sonoro, luego director de olvidadas películas de segunda fila -las llamadas “Quotas Quickies”-. Pero con The Edge of the World (1937) es cuando Michael Powell puede acceder a objetivos más ambiciosos. Ayudado entonces por Alexander Korda, este pionero del cine británico no sólo le financiaría varios filmes, sino que le presentó al que sería su estimable colaborador, Emeric Pressburger. Durante más de 15 años, este culto autor húngaro le construiría las historias y los guiones, firmados conjuntamente.

Sin embargo, lo que realmente impulsó la carrera de Michael Powell fue la II Guerra Mundial, ya que le convertiría en un director de prestigio, que consiguió la independencia artística a partir de la creación de su propia productora, The Archers, también asociado con Emeric Pressburger. Así, este importante binomio creador encontró en el cine bélico-propagandístico (Espías en el mar, y sobre todo, Los invasores) la forma adecuada para manifestar sus primeras inquietudes. Se trataba de mostrar actitudes humanas ante una situación límite, como la confrontación de ideas antagónicas -nazismo y pacifismo-, o reflejar las reacciones exteriores de obsesiones personales, normalmente violentas y justificadas por la guerra.

Con todo, la paz no limitó su imaginación, ya que Powell-Presburger alternaron historias fantásticas, como Un cuento de Canterbury (1944) y A vida o muerte (1946), con muestras de un irracional romanticismo, especialmente sus magistrales Narciso Negro (1946) y Las zapatillas rojas (1948), donde la utilización del color como elemento expresivo de la acción hace de Michael Powell un verdadero experimentador visual. En este período, cultivó varios géneros, pero siempre con un marcado toque personal, como son el melodrama (Corazón salvaje (1950)), el género de aventuras (El libertador) o el musical (Los cuentos de Hoffman).

En los años 50, este maestro del Séptimo Arte entra en un bache profesional, pero todavía consigue sobresalir con nuevos filmes bélicos: La Batalla del Rio de la Plata y Emboscada nocturna. Entonces, Michael Powell abandonó a Emeric Pressburger y, a finales de la década, realizó su mítica El fotógrafo del pánico (1959), un gran clásico del cine de terror. Se trata de un cuento dramáticamente personal que, con guiños autobiográficos, describe el placer de un artista visual al lograr sus deseos sin importarle los fines para conseguirlo. Esta película es una reflexión moral entre la exaltación y la autoculpación del artista sobre su obra. Postura que le valió el rechazo del gran público y, prácticamente, el fin de su prolífica carrera cinematográfica.

Considerado por su biógrafo español, Llorenç Esteve, como uno de los más valientes directores del cine moderno, Michael Powell lograría satisfacer sus obsesiones llevado siempre por la intuición y sin seguir regla alguna.