Jeanne du Barry (2023), de Maïwenn

Sexto largometraje como directora y guionista de la actriz francesa Maïwenn Le Besco, conocida sencillamente como Maïwenn. Se lanza la cineasta gala a recrear una de las vidas más conocidas y cacareadas de la corte francesa del siglo XVIII, la de Jeanne Du Barry, la célebre cortesana de Luis XV que ya dio lugar anteriormente a varias películas, una de Ernst Lubitsch y otra de William Dieterle, nada menos. Sin duda el personaje tiene su atractivo y su final en la guillotina le aporta a Du Barry ese punto de tragedia requerido para ser eternamente recordada, al igual que le sucede a su contemporánea Maria Antonieta.

Narrada cronológicamente, el guión de Maïwenn comienza introduciéndonos en los inicios libertinos de la jovencita Jeanne, hija ilegítima de una cocinera, cómo aprende a valerse de sus encantos femeninos para seducir a hombres adinerados hasta acabar finalmente haciendo sociedad licenciosa con el Conde Du Barry. Será éste el peldaño para conocer a su vez al rey Luis XV, al que hay que proveer de compañía femenina. La película muestra la tremenda empatía que surge entre la cortesana y el monarca, una unión que a pesar de las dificultades perduraría hasta la muerte de él en 1774.

Aunque estamos ante una historia poco ejemplar y sobre todo al comienzo se incide en la vida inmoral de la protagonista, Maïween se distancia pronto de ese enfoque para centrarse en la vida en la corte, en las relaciones del rey con su séquito, con su familia y en los recelos que despierta en Versalles la nueva “favorita” del rey, una mujer que irá desplegando una gran personalidad, impondrá con su aspecto nuevas modas y se comportará exteriormente con cierta desfachatez, alejada de las formalidades que ahogan la corte, aunque ni ella misma pueda escapar a ciertas etiquetas que le hacen la vida imposible. Por otra parte, fiel a los hechos el relato va volviéndose cada vez más solemne, cuando con el paso de los años las relaciones maduren y la salud del rey se resquebraje. Entonces saldrá a la luz con toda su fuerza aquello de “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, una frase que le viene como anillo al dedo a ese mundo aparte que era el Versalles del siglo XVIII.

No estamos tanto ante una película histórica como ante una película de época. Rodada en parte en el propio Versalles, sobre todo en sus exteriores, visualmente hay un esmerado trabajo de vestuario, peluquería y maquillaje, pero destaca también la puesta en escena en las diversas salas del palacio (trabajo fotográfico incluido), casi todas recreadas artificialmente puesto que la mayor parte de los interiores no estaban disponibles. La cámara se mueve siempre con elegancia y la partitura musical de Stephen Warbeck aporta empaque a muchas de las imágenes. Ante ese espléndido aparato fomal, hay que decir que el relato no destaca por la hondura de los personajes –las conversaciones son siempre superficiales–, sino más bien por recrear precisamente la nimiedad de la vida en la corte, insustancial, frívola y aburrida. Quizá por eso el conjunto te deja un tanto frío.

Jeanne Du Barry supone el regreso a la gran pantalla de Johnny Depp, también coproductor, después de tres años ausente debido a sus problemas con los tribunales. Hace un trabajo correcto (hablando él mismo en francés), si bien es cierto que Luis XV no es alguien que se preste a demasiadas originalidades. Brilla más la propia Maïwenn como Jeanne y entre el resto del reparto sobresale sin duda Benjamin Lavernhe como La Borde, hombre de confianza del monarca y el mejor amigo en la corte de la protagonista.