Succession (4ª temporada) (2023), de Mark Mylod

Roy, veterano presidente del conglomerado de medios Waystar Royco, celebra su cumpleaños enemistado con tres de sus hijos, Kendall, Shiv y Roman, a los que apoda “las ratas”. Éstos tratan de buscarse las castañas por su lado, así que en primer lugar proyectan crear su propia compañía, para hacer frente a su progenitor, pero cuando descubren que éste puja por la adquisición de Pierce Global Media, deciden aumentar la oferta para arrebatarle esta empresa rival. Sólo queda al lado del patriarca Connor, aspirante a presidente (aunque va fatal en las encuestas) a punto de casarse. Durante una visita de Logan a los reporteros de su canal de noticias, ATN, Kerry, su secretaria y amante, le convence para que le hagan una prueba para presentar los informativos.

Temporada final de la serie centrada en las oscuras maquinaciones de la familia Roy. No cabe ninguna duda de que Jesse Armstrong, creador y showrunner, ha acertado con creces al cerrar la trama con las espaldas en alto, sin que haya decaído ni mucho menos el interés inicial. Se ha optado por comenzar de la misma manera que en el primer capítulo, con un nuevo cumpleaños del patriarca, pero la situación ha cambiado por completo, con un ambiente turbio que corresponde a la desintegración familiar, en circunstancias que impedirían la felicidad, por mucho poder y riquezas que se acumulen. Estos temas remiten al clásico del cine por excelencia, Ciudadano Kane, que viene a la mente con la subtrama en la que los lacayos del protagonista evitan confesarle la falta de talento de su querida, pese a que en privado se ríen de ella.

Tras un primer capítulo más o menos tranquilo, que se limita a colocar las fichas sobre la mesa, la intensidad dramática va ‘in crescendo’, y cuando parece que los personajes no tienen aire para respirar, y que no se puede ir más allá, se produce un giro radical en el episodio 3, que en el momento de su emisión hizo correr ríos de tinta. Sin duda, aquella entrega será recordada durante mucho tiempo, pues se mantiene a los espectadores en vilo con las reacciones de los personajes, y además está rodado casi en su totalidad con un memorable plano secuencia. Todos los capítulos terminan en el momento de mayor tensión, por lo que engancha y agobia en la espera de la emisión del siguiente, pues HBO sigue, como es sabido, la vieja táctica de estrenar semanalmente las entregas.

Pese al alto nivel demostrado en las anteriores tandas de episodios, Brian Cox lleva más allá a su ya legendario personaje, Logan Roy, que pese a su carácter despótico anda preocupado por cómo le perciben sus hijos y qué le ocurrirá después de la muerte. Resulta imposible encontrar fisuras en un reparto en el que aprovechan muy bien los momentos de gloria de sus personajes Alan Ruck (Connor, primogénito ninguneado que quiere llegar a presidente por si de una vez por todas impresiona a su progenitor), los tres hijos pijos que tratan de buscarse la vida sin ayuda de papá, o sea Jeremy Strong, que da vida a Kendall, Kieran Culkin, que es Roman y Sarah Snook en la piel de Shiv, y también Matthew Macfadyen como Tom, ex esposo traidor de ésta, acomplejado por no estar al mismo nivel económico que su familia política.