The Morning Show (3ª temporada) (2023), de Mimi Leder

En 2019 Jay Carson y Kerry Ehrin tuvieron el mérito de impulsar The Morning Show, una serie ambientada en el mundo del periodismo televisivo de una gran cadena estadounidense, que sabía incluir con acierto el tema del acoso sexual laboral, puesto en cuestión tras la revelaciones del comportamiento depredador del productor hollywoodiense Harvey Weinstein que propició el movimiento #MeToo. La cosa decayó un tanto en la segunda temporada, que insistía en el tema pero debía explorar nuevas cuestiones, lo que incluyó la bisexualidad de una de las protagonistas, y como además tocaba plegarse a la actualidad, se incluía el impacto de la pandemia del Covid-19. Desgraciadamente no se endereza la situación en la tercera entrega de la serie, la cosa cada vez parece aproximarse más al culebrón.

El coronavirus ya es historia, o casi. Bradley Jackson ha sido promocionada a la presentación del informativo de la noche que tanto codiciaba –hasta la han premiado por su información sobre el ataque al Capitolio con la llegada de Joe Biden a la presidencia–, mientras que Alex Levy sigue en “The Morning Show” y colaborando con UBA+, la plataforma de streaming de la cadena, ha logrado superar el impacto negativo de un libro dedicado a su figura, donde se contaba que acostaba con su acosador Mitch Kessler entre otros chismes. La televisión tradicional sigue enfrentándose a los desafíos de los nuevos tiempos, lo que lleva a Cory Ellison, el CEO de UBA, a coquetear con el presidente de una tecnológica tipo Elon Musk, Paul Marks, para llegar a una posible fusión. Cara a encauzar la idea, acepta que Alex suba a un cohete con Paul.

De nuevo la calidad de la producción es innegable, por ejemplo en las escenas espaciales, y cuenta con cineastas solventes, otra vez está ahí Mimi Leder. Por supuesto el reparto cuenta con las dos protagonistas Jennifer Aniston y Reese Witherspoon, sus fuertes apoyos Billy Crudup, Mark Duplass, Nestor Carbonell o Julianna Margulies, e incluso el recién llegado Jon Hamm. Pero todo lo anterior no sirve para ocultar las debilidades de una trama con puntos flojos, en la que se dan tumbos, y se cede a las ideas progresistas o woke, como la de la “heroica” mujer que trae píldoras abortivas clandestinamente cruzando la frontera que separa México del estado de Texas. Resulta supertramposo el “cliffhanger” con el que termina el primer episodio, en que se interrumpe la emisión desde el espacio de Bradley, y da bastante vergüenza ajena el momento en que Alex pilla a su manager Chip con su representante, no se habían atrevido a contarle que habían iniciado una relación. Incluso lo que parece prometedor, una situación en los estudios en que se va la luz y se bloquean las puertas, que hace pensar en un ataque terrorista, se desinfla con la situación de ciberataque, y los temores de que salgan a la luz cuestiones privadas de los trabajadores –todos sus dispositivos electrónicos han sido hackeados–, algo que resulta repetitivo con respecto a las anteriores temporadas, la novedad sería que todos tienen cosas que ocultar, lo que permite “bromitas” con los apodos y habladurías de unos sobre otros, que les avergonzarían si salieran a la luz.