Vigil: Conspiración nuclear (2021), de James Strong

Reino Unido. El submarino nuclear HMS Vigil informa al Estado Mayor de la muerte a bordo del suboficial Craig Burke. La policía de Londres designa para el caso a la mejor investigadora de que disponen, Amy Silva. Debido a su delicada y secreta misión militar, el submarino debe permanecer en activo en el mar y hasta él será trasladada en helicóptero la inspectora Silva. Su enlace en tierra será Kirsten Longacre, otra policía de raza cuya relación con Silva es algo más que “amistosa”.

Entretenida serie británica de seis capítulos sobre una investigación policial que acaba enredándose cada vez más hasta desembocar en una crisis de colosales proporciones internacionales. Está muy bien orquestada la idea de las dos investigaciones paralelas, una llevada desde el interior del submarino y otra desde tierra, con la dificultad añadida de que la información que fluye entre ambas es, cuando menos, complicada. Y aunque el peso de la trama la tiene en un principio la indagación en el sumergible llevada a cabo por Amy Silva, la cosa se irá equilibrando cuando la conspiración vaya tomando forma en la mente de la inspectora Longacre. Se abren así dos ámbitos muy diferentes que enriquecen la trama, el militar y el civil, y el modo de moverse en ambos es, como se verá, muy distinto.

Creada por Tom Edge que anteriormente ha trabajado en guiones de The Crown o Judy, la dirección de Vigil: Conspiración nuclear corre a cargo de James Strong y Isabelle Sieb, responsables ambos de tres capítulos. Está muy trabajado el guión, cuya madeja se va liando estrepitosamente sin que nunca parezca demasiado forzada y, gracias a los datos administrados con cuentagotas, se juega a los falsos culpables con credibilidad razonable. Donde quizá la situación es algo llamativa es en el despectivo tratamiento que recibe en el submarino la detective Silva. Efectivamente, la mujer llega como autoridad policial para investigar durante tres días la muerte de un marinero y se encuentra un recibimiento sumamente hostil, altamente desagradable, donde todo el mundo parece ocultar algo y los aliados brillan por su ausencia. No parece la tripulación precisamente alineada con la idea de conocer la verdad y para el espectador esa dicotomía entre militares y civiles –entre la marina y la policía– es cuando menos extraña. Y no digamos cuando se mete de por medio el MI5. Desde luego, tales elementos sirven a los guionistas para aumentar con eficacia la tensión y la intriga.

Al buen ritmo narrativo y a la pericia del rodaje en los interiores del sumergible metálico, con espacios mínimos y angustiosos, se une la presencia de un reparto la mar de solvente. La actriz Suranne Jones encarna maravillosamente a la inteligente y estupefacta agente Silva, que carga también con sus propios miedos y demonios interiores. El resto de la tripulación del submarino cumple con creces, especialmente Shaun Evans, Adam James y Daniel Portman, mientras que en tierra brilla también intensamente Leslie Jones como Longacre.