Astérix y Obélix y el Reino Medio (2023), de Guillaume Canet

Año 50 antes de Cristo. China está dividida en varios reinos enfrentados, y la joven princesa Fo Yung, que se ha ido de compras a Lutecia, capital de la moda, ve cómo su madre es capturada y encerrada por culpa del taimado Dang Sin Kuing. Por suerte ella elude la prisión gracias a su guerrera guardaespaldas Wang Tah y a un mercader fenicio, Granodemaíz, quien las conduce a la irreductible aldea gala de Astérix y Obélix donde resisten ahora y siempre al imperio romano. Por supuesto los dos amigos echarán una mano a Fo Yung para liberar a su madre, viajando a la lejana China, a donde también se dirige el mismísimo Julio César, tentado con una oferta para extender su imperio al lejano Oriente.

Nuevas aventuras de Astérix en película con actores de carne y hueso, que no parten de ninguno de los álbumes publicados, ni de los originales de Albert Uderzo y René Goscinny, ni de los posteriores autores que han tomado el relevo, Didier Conrad y Jean-Yves Ferri. Por si fuera poco, también tenemos nuevo director, un inesperado Guillaume Canet que se reserva para sí mismo el papel de Astérix, sustituyendo a sus predecesores Christian Clavier, Clovis Cornillac y Edouard Baer, mientras que Obélix ya no es Gérard Depardieu, sino Gilles Lellouche.

Se nota que Canet admira la obra original de “bande dessinée”, de modo que, ayudado con las técnicas digitales ha reproducido muchos elementos iconográficos de los álbumes, como la aldea gala rodeada por un bosque y una empalizada, con los cuatro campamentos romanos, la imagen de la mesa de los tradicionales banquetes galos, los romanos volando por los aires cuando reciben un puñetazo de alguien que ha ingerido la poción mágica...

De todos modos, y aunque aceptablemente entretenido, el film, muy largo, casi dos horas, se resiente de lo que se diría una imposibilidad metafísica, hacer una buena película con actores de algo concebido específicamente para las viñetas. En efecto, los actores caracterizados con sus bigotes y coletas, o su ropa colorida, tienen un aire a falsete que echa para atrás, y acabas viendo todo la función desde la barrera, no te metes en ella.

Y eso que en esencia, la trama es la típica de un álbum en que alguien de fuera de la ayuda pide ayuda, y se le concede, con viaje a tierras exóticas y abundantes juegos de palabras, eso sí, aquí acordes con los tiempos que corren, se juega con la comida vegana que nada tiene que ver con la ingestión de jabalíes, y con el empoderamiento femenino, e incluso hay dobles sentidos de índole sexual, los menos, esa alusión a la pirámide de Cleopatra, papel por cierto reservado para la mujer de Canet, Marion Cotillard. Por cierto que ella y Vincent Cassel como César dan más el pego en sus personajes que los mismísimos Astérix y Obélix. Quizá el tema dominante al que se ha querido dar presencia en este film es el de los enamoramientos, Astérix compite con Granodemaíz por la princesa, a Obélix le atrae la guardaespaldas, más cuando Falbala no le hace ningún caso, está el habitual toma y daca entre el César y Cleopatra...