Hou Hsiao-hsien

En la China del siglo IX la joven Nie Yinniang ha sido educada por una monja para convertirse en asesina sanguinaria, capaz de eliminar a gobernantes corruptos, aunque deje en el camino víctimas colaterales; pero decepcionada la maestra al comprobar que su discípula tiene corazón y duda a la hora de matar, la despacha a su casa, aunque con la esperanza de que cumpla ahí un encargo, el asesinato de un pariente a quien no ve desde niña. Un manojo de sentimientos contradictorios pugnarán dentro de Nie. Decir que Hou Hsiao-Hsien es un director hermético es quedarse corto, y a ello se suma la dificultad del espectador occidental para seguir una trama con un contexto histórico con el que no está familiarizado en absoluto, y donde escucha nombre de provincias y señores feudales que le suenan... a chino, naturalmente, de ahí debe venir la expresión popular. Según el cineasta chino, el espectador debe ver su film "como alguien sentado a orillas del torrente rápido que no se pierde nada de lo que pasa, las ráfagas de movimiento y los momentos de calma", lo que da idea de la actitud contemplativa, que debe ser aún más intensa en el público no oriental. Pero si se tiene en cuenta esta dificultad, y uno hace el esfuerzo por digerirla, se encuentra con una cinta de cualidades hipnóticas, donde visualmente se expresa bien la encrucijada en la que se encuentra la protagonista, además de con el relato simbólico del gorrión azul que para actuar debe verse ante un espejo. Por supuesto, hay escenas de lucha en la tradición del wuxia, aunque manejadas con una cierta sobriedad, a la que también ayuda la opción estética del formato quasi-cuadrado de la fotografía, una relación 1.33:1 que sólo se rompe en una escena con la proporción habitual 1.85:1, y el jugar casi siempre con planos generales, que crean cierta distancia emocional.

Críptica película del taiwanés Hou Hsiao-hsien, situada en su país en la época actual. Sigue a la joven Chiang, una actriz de cine, a la que acosa un desconocido que le llama por teléfono y no habla, y le envía por fax páginas del diario de ella, que fue sustraido. Tales incomodidades las tiene que soportar Chiang mientras rueda su nueva película, sobre una pareja de la resistencia, en la época en que China está ocupada por los japoneses. La idea del film es jugar con las resonancias de la película dentro de la película, en las vicisitudes de la protagonista.

París. Simon es un niño de siete años al que sigue un misterioso globo rojo. Suzanne, su madre, está divorciada. Artista de mucho temperamento, trabaja en un teatro de marionetas, y está preparando una obra basada en una leyenda china. Debido a su horario, necesita a una niñera, y acude a Song, una estudiante de cine taiwanesa. La joven no sólo cuida del chico, le toca lidiar con un inquilino gorrón, vecino de Suzanne, o atender a las visitas de Suzanne que llegan a su apartamento cuando no está en casa. Siempre con su pequeña cámara digital de vídeo a cuestas, Song tiene una idea para un cortometraje, inspirada en la película El globo rojo, de Albert Lamorisse.Insólita película del director chino Hou Hsiao-hsien, su personal homenaje a la capital francesa. Se trata de un encargo del parisino Museo de Orsay, que para celebrar su vigésimo aniversario invitó a cineastas de renombre a rodar obras más o menos rompedoras, con el único requisito de que el museo debía tener algún tipo de presencia. Hsiao-hsien aceptó la oferta, y curiosamente concibió una obra que son variaciones sobre dos temas preexistentes: por un lado, el lírico film de Lamorisse antes mentado -que el director no conocía hasta que viajó a Francia-, y por otro, un regreso a su amado arte de los títeres, tratado quince años atrás en El maestro de marionetas. Con estos mimbres ha urdido una trama agradable y sencilla, la vida misma, en la que prácticamente no ocurre nada. En tal sentido al film le falta un poco de vigor: está muy bien narrado, entendemos las pequeñas crisis de los personajes, y las escenas con el globo son un buen remedo, puesto al día, de las concebidas por Lamorisse; pero no hay una dirección clara hacia la que deba avanzar el film, y se nota demasiado el método de trabajo del director, que concibió la estructura del guión pero dejó los diálogos a la improvisación de los actores. Se apunta algún tema interesante, como la desestructuración de la familia, o la mirada del forastero a otra cultura, pero quedan sólo eso, apuntados.

Original y preciosista película romántica, que contiene tres historias situadas en Taiwan en épocas históricas diferentes, contadas en tono y estilo muy diversos. La más lograda es la primera, ambientada en 1966 en el mundo de los billares, donde un joven que está haciendo el servicio militar queda prendado de la chica que regenta uno de esos locales. Promete volver a visitarla, pero cuando lo hace ha perdido su pista, lo que no le impide iniciar las pesquisas para dar con quien considera su verdadero amor. Se trata de una historia con apenas palabras, plásticamente maravillosa, de música subyugante. El siguiente relato transcurre en 1911, en un entorno de concubinas, donde el deseo de liberar a Taiwan del dominio japonés convive con el anhelo de un amor, y de la seguridad afectiva. Destaca el modo narrativo con letreros, como si se tratara de una película muda. Finalmente, la última historia trancurre en el Taipéi actual, en una atmósfera de ruidos, donde el amor es compulsivo y acelerado, y termina en encontronazo sexual. La mirada de Hou Hsiao-hsien (El maestro de marionetas, Millennium Mambo) es triste, constata la soledad propia del entorno urbano y de la sociedad actual; y parece encerrar clara nostalgia por las épocas anteriormente abordadas.

Una joven viaja por motivos de trabajo, lo que le posibilita visitar a sus padres. Les comunicará la inesperada noticia de que está embarazada, aunque ellos no conocen al novio y padre de la criatura. No hay mucha más trama, porque lo que hacen Hou Hsiao-hsien y su guionista habitual Chu T'ien-wen es recrearse en la cotidianeidad, la monotonía de los días en un paisaje urbano. Con esa cadencia entregan un film existencialista de corte oriental, si cabe expresarse así. El film está dedicado a Yasujiro Ozu, seguramente por la mirada a la familia.

Muestra de cine chino modernillo, entregado por Hou Hsiao-hsien, que antes ofreció la bastante más tradicional y lograda El maestro de marionetas. El film sigue la pista a Vicky, una joven que trabaja de relaciones públicas en una discoteca, y cuyo corazón no acababa de decidir cuál de los chicos con los que sale es su media naranja. El director experimenta nuevas y arduas formas narrativas para el cine, lo que le valió el Premio de la Comisión Técnica en Cannes. La atmósfera atrapa, los encuadres son sugerentes (donde el fuera de campo es tan importante como lo que se ve) y la fotografía urbana, de luces y ambientes nocturnos casi siempre entre cuatro paredes, ofrece un tono raramente poético y contemplativo que por momentos recuerda a Wong Kar Wai. Y aunque a veces las situaciones se alargan innecesariamente y el desarrollo de la historia es algo confuso, el resultado es interesante.

A finales del siglo XIX, las "casas de las flores", son elegantes burdeles donde los hombres que pueden permitírselo disfrutan de compañía femenina en un ambiente refinado. El film, que adapta una novela de Han Bangquing, explora lo que oculta la máscara de las mujeres protagonistas, que tras una vida perfectamente compartimentada no dejan tener anhelos y sueños de algo mejor. Aunque las numerosas actrices están muy bien, destaca la composición de Tony Leung como un tipo sin corazón, capaz de cambiar de compañera o flor sin delicadeza alguna. Los largos planos de Hou Hsiao-hsien ayudan a tomar distancia en lo que no deja de ser una historia muy emocional, visualmente suntuosa.

Hou Hsiao Hsien, director El maestro de marionetas, es el responsable de este drama, que retrata la situación reciente de Taiwán. Sigue los pasos de Kao, un granuja callejero que intenta salir adelante con ayuda de Hsi, su protector.

Biografía de Li Teun-Lu, un hombre taiwanés que aprendió el oficio de su padre, un maestro del teatro de marionetas. La película narra detalles de su vida cotidiana, así como los conflictos políticos, las relaciones con su familia o sus líos sentimentales. Hou Hsiao-hsien (Millennium Mambo, City of Sadness) compone un filme donde se retrata de una manera cercana una etapa de la historia de Taiwán. Se basa en una autobiografía que corresponde a uno de los libros más importantes de la cultura moderna taiwanesa. El director emplea planos eternos, llenos de calidad que, en ocasiones, llegan a cansar. La estética, tan personal, y el ritmo narrativo es una de las peculiaridades de Hsiao-hsien, que llena la pantalla de personajes y con la acción, a veces, nula, pretende dar mayor realismo a la historia. Todo ello, acompañado de una buena y cuidada interpretación, hacen de El maestro de marionetas una película sensible, del mejor cine oriental.

Las tribulaciones de una familia en Taiwán –el padre y sus cuatro hijos–, tras la violenta represión china acontecida en febrero de 1947. Con sutileza y su característico estilo, Hou Hsiao-hsien, más que recoger un acontecimiento histórico, describe sus consecuencias en una serie de personajes muy bien trazados, a los que puede afectar el embrutecimiento, la locura, el compromiso político y, cómo no, el amor. Los acontecimientos más triviales cobran importancia en este lienzo de lo cotidiano, que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia.

Una joven debe hacerse cargo de su familia tras morir la madre. Tiene problemas con su hermano, enredado en el mundo gangsteril. Aunque el taiwanés Hou Hsiao-hsien permanece fiel a su estilo, que conjuga realismo y emociones contenidas, sorprende el contexto urbano en que se desarrolla la acción, y la naturalidad con que surge la inesperada violencia en algunos tramos del film.

Película del taiwanés Hou Hsiao-hsien, basada en un episodio real del novelista y guionista Wu Nien-Jen. Sigue a dos jóvenes enamorados de extracción humilde que se enfrentan al desafío de vivir en una gran ciudad, la capital Taipei. Primero va allá Wan, que compatibiliza los estudios con el trabajo, y más tarde le seguirá la tímida Huen. Con pasajes visualmente muy logrados, llama la atención la pequeña tragedia de la bicicleta robada, que recuerda al clásico Ladrón de bicicletas de Vittorio De Sica.

Una mirada a la vida y a la muere. Delicada, pudorosa. Tomándose su tiempo. Ésta es la propuesta de Hou Hsiao-hsien, que focalizando su atención en el seno de una familia y las distintas generaciones, contempla –ninguna palabra puede definir mejor su actitud– las etapas que configuran la vida de un ser humano, nacimiento, niñez, adolescencia, madurez, enfermedad, muerte. Bebiendo, como es natural, de su propia experiencia, el director taiwanés atrapa en celuloide emociones muy íntimas, las vivencias de un clan que se estableció en Taiwán desde la China continental.

Ting-Ting y Tung-Tung, dos niños de once y cuatro años, se ven obligados a pasar el verano junto a su tío y su abuelo, pues la madre ha sido hospitalizada. Lo que les conduce a una inmersión precoz en el mundo de los adultos, sobre todo por culpa del tío, un hombre irresponsable, que parece pensar sólo en sexo, y no atiendo a los chicos como debiera. Hou Hsiao-hsien se las apaña para retratar con delicadeza el final de la infancia antes de tiempo, el desconcierto de unos niños que no entienden lo que pasa a su alrededor, desconcierto que plasman en las cartas que escriben a su madre. El cineasta taiwanés se las arregla para atrapar bien todo un manojo de emociones que experimentan los jóvenes protagonistas.

Estrecho de Taiwan. En una isla se encuentra Fengkuei, un pueblecito de pescadores. Allí la típica pandilla de adolescentes mata el tiempo como puede. Como su aldea natal no les llena, deciden viajar a la ciudad portuaria de Kaoshiung, donde piensan que podrán labrarse su futuro. Pero tendrán ocasión de comprobar que la vida es dura, como dice uno de los chicos, "sin ayuda de nadie es muy difícil tener éxito". Valioso film costumbrista, casi de tipo neorrealista, del director chino afincado en Taiwan Hou Hsiao-Hsien. Está impregnado de melancolía, y habla de una etapa difícil, la adolescencia, en que suele dominar la irresponsabilidad. Hay un guiño a Rocco y sus hermanos, la película de Visconti.

Un joven maestro de Taipei es destinado a una aldea. Allí conoce a otra maestra, de la que se enamora. Y debe tratar con sus alumnos, entre los que destaca uno ninguneado por sus compañeros por el modo en que se gana la vida su padre. En efecto, pesca peces y los mata con descargas eléctricas, método cruel, prohibido por la ley y no demasiado ecológico. El taiwanés Hou Hsiao-hsien cuento con parsimonia adecuada a la trama costumbrista, las vicisitudes del maestro, interpretado por Kenny Bee.

Película compuesta de tres segmentos, considerada como el pistoletazo de salida del Nuevo Cine de Taiwán. Las tres historias se deben a Huang Chunming, se desarrollan en los años 60, y comparten el sabor de lo auténtico, lo que no impide la presencia de un sutil sentido del humor. El tramo debido a Hou Hsiao-hsien, cuenta las vicisitudes de un hombre anuncio –delante y a la espalda anuncia los estrenos de un cine–, con un imaginativo uso del flash-back. Las otras historias tratan de dos viajantes comerciales, intrigados por una chica, y de un trabajador que acaba ingresado en un hospital americano, donde él y su familia anhelan una generosa indemnización.

Ocho años tardó el taiwanés Hou Hsiao-hsien en rodar su primer largo, tras licenciarse en 1972 en la Academia de las Artes de Taipei. En ese tiempo acumuló experiencia como ayudante de dirección y más tarde como guionista. Observador nato, atento más a la forma que al contenido, desde su debut se convierte en representante del Nuevo Cine de Taiwan. Y ello a pesar de que el film es un melodrama que se pliega las fórmulas que rigen el género.