Stranger Things (4ª temporada, volumen 2)

Mike, Jonathan, Will y Argyle viajan en una furgoneta de reparto de una pizzería en busca de Once, que ha descubierto la verdadera identidad de Vecna, pero sigue retenida por el maquiavélico doctor Martin Brenner, en las instalaciones secretas en medio del desierto en Las Vegas. El resto de la pandilla –Nancy, Dustin, Max, Lucas, Erica, Robin, Steve y Eddie– traza un complejo plan para detener a su enemigo sobrenatural. En Rusia, Joyce, Murray y Hopper están convencidos de que pueden ayudar a los chicos reingresando en prisión, donde vieron a un buen puñado de demogorgons a los que se enfrentan para debilitar a la criatura que les amenaza.

Aceptable final de la cuarta tanda de capítulos de Stranger Things, que se ha dividido artificialmente en dos volúmenes, para mantener la expectación, y que los fans de la serie sigan suscritos a Netflix. Consta de dos capítulos más, el ocho, de hora y media de duración, y el noveno, que alcanza las dos horas y 19 minutos de metraje. En ambos casos sobran minutos, sobre todo en el último tramo del segundo, una despedida de temporada interminable que ensombrece en cierta medida el espectacular clímax, que enlaza de forma magistral las tres subtramas en las que se han desperdigado los personajes. Se nota que se ha dispuesto de un presupuesto amplísimo –según la rumorología más de 200 millones de dólares–, que posibilita logrados efectos visuales, y acción trepidante que remite a numerosos clásicos de hace décadas, de Conan,el bárbaro a La noche de Halloween, y hasta el arranque de La guerra de las galaxias, y con música de Metallica y otros grupos ochenteros, para despertar la nostalgia.

Los Duffer consiguen dar entidad a casi todos los personajes, lo que parecía una misión imposible, debido a que los protagonistas se han multiplicado desde el inicio de la ficción. Siguen aprovechando mejor sus escenas Millie Bobby Brown, como Once, Gaten Matarazzo, como Dustin, Maya Hawke, como Robin, Winona Ryder, como Joyce, Finn Wolfhard, como Mike, Caleb McLaughlin, como Lucas y David Harbour, como Jim Hopper. Pero no se ha sabido muy bien qué hacer con Will, encarnado por Noah Schnapp, que sólo parece tener protagonismo en un conversación con Wolfhard, en la que se da a entender que podría ser homosexual, por lo que sería el segundo protagonista que sale del armario, tras Robin. Se desaprovecha también al excelente actor Charlie Heaton, cuyo Jonathan se ha pasado esta sesión drogado con marihuana, por lo que apenas ha tenido cancha, y Eduardo Franco resulta cargante como su nuevo amigo, el simplón y siempre colocado Argyle. 

Más oscuros que sus predecesores, al menos los episodios de la cuarta temporada han dejado ganas de la traca final. Ayuda un “cliffhanger” logrado.