Jackass Forever (2022), de Jeff Tremaine

Johnny Knoxville, Jeff Tremaine, Bam Margera y el reputado Spike Jonze, autor de videoclips y largometrajes como Adaptation, el ladron de orquídeas, crearon para MTV el show televisivo Jackass, que duró hasta 2007. El título –traducible como “asno”– no podría estar mejor elegido, pues consistía en vídeos de estética amateur en los que una serie de especialistas con pinta de alborotadores llevan a cabo una serie de acrobacias o se gastan entre ellos o a otras personas las bromas más burras imaginables, que casi siempre involucran un alto grado de escatología. Por ejemplo, en una entrega, un tipo se introdujo por el recto un coche de juguete, y acude al hospital donde se graba con cámara oculta la reacción el equipo médico al examinarle con rayos X.

El programa tuvo tanta repercusión, sobre todo entre cuadrillas de amigotes adolescentes, que dio lugar a tres entregas para la gran pantalla, que recopilaban sketches aún más gamberros que los vistos en televisión. Debieron dar dinero, pues llega ahora una cuarta, que conmemora que los protagonistas llevan juntos dos décadas, han llegado a los 50 años de edad, y aunque ya no están tan en forma como antaño, y algunos peinan canas, siguen presumiendo de inmadurez y del mismo sentido del humor perverso y las ganas de escandalizar de siempre.

Si una obra debe ser juzgada por lo que pretende, Jackass Forever sería una obra maestra, pues resulta difícil concebir pruebas más degradantes para el ser humano que las que propone esta nueva película: un enjambre de abejas ataca los genitales de Steve-O –uno de los más cafres del equipo–, unos tipos se quedan encerrados en una habitación supuestamente con serpientes venenosas, un boxeador de pesos pesados golpea los testículos de uno de los protagonistas, al enano “Wee Man” le atan en un cementerio desnudo con carne cruda alrededor de sus genitales y sueltan un halcón para que se la coma, etc. Al equipo antiguo se incorpora algún rostro joven, como Rachel, una mujer que no tiene nada que envidiar en necedad a sus compañeros masculinos, hasta el punto de ser capaz de dejarse picar en el labio por un escorpión.