La Sirenita (2023), de Rob Marshall

Ariel, una traviesa sirenita, vive feliz bajo el mar, aunque a diferencia de sus hermanas, y preocupando enormemente a su padre, el rey Tritón, siente una gran curiosidad por el mundo de los humanos, que sólo conoce por las terribles historias que se cuentan sobre ellos y por los restos de los barcos que se van a pique. En medio de una tormenta, Ariel salva de un naufragio al apuesto príncipe Eric con sus cantos, y lo deja a la orilla del mar irremediablemente enamorada. Situación de la que se aprovecha la malvada bruja Úrsula, hermana de Tritón, que hace un pacto con Ariel: le concede piernas por tres días a cambio de su voz, que recuperará conservando las piernas si en ese plazo logra un beso de amor de Eric.

El cuento homónimo de Hans Christian Andersen dio lugar a La Sirenita, fresca joya de la animación dirigida por John Musker y Ron Clements, con canciones de Alan Menken y Howard Ashman, con la que Disney recuperó en 1989 los laureles de sus clásicos que parecía haber perdido. Ahora, como suele en los últimos años, llueve sobre mojado, el estudio ofrece una versión con actores de carne y hueso,y vistosos efectos visuales –sobre todo en lo relativo a sirenas y sirenos, y al cangrejo Sebastián, el pez Flounder y la gaviota Scuttle–, a la que suma una hora de interminable e innecesario metraje, con mucho ruido, rayos y centellas.

El remake tiene detrás a Rob Marshall, quien ha demostrado su habilidad sobre las aguas con Piratas del Caribe: En mareas misteriosas, y con el musical en Chicago, Nine y El regreso de Mary Poppins, y se han incorporado nuevas canciones de Lin-Manuel Miranda de aire cómico como “El rumor”, que protagoniza la gaviota. Pero no se logra la magia del original, porque los personajes tenían ahí un encantador aire “cartoon”, imposible de trasladar al reino del fotorrealismo. La ampliación del entorno humano de Eric resulta cansino, con el empeño multicultural de mostrar una isla de habitantes caribeños, o desvelarnos que el príncipe fue adoptado por una reina negra, se ve que La reina Carlota: Una historia de los Bridgerton y La reina Cleopatra han creado escuela. También los mensajes ecologistas en torno a los desperdicios arrojados por los humanos resultan impostados, aunque al menos aquí no ha hecho falta incluir la misma advertencia que el film animado muestra en Disney+ acerca de, ¡horror!, escenas de tabaco.

Lo mejor sin duda es todo aquello que remite al film del que arranca éste, o sea, las canciones de Menken-Ashman, con la buena voz de Halle Bailey, o las coreografías de “Bajo el mar” y “Besa a la chica”, en esa noche mágica en que Ariel debe lograr el beso de amor de Eric. Javier Bardem y Melissa McCarthy aportan su buen hacer como padre y tía de Ariel, pero al primero no se le nota cómodo en su rol. Bastante sosainas se nos antoja Jonah Hauer-King, el príncipe, aunque el premio al ridículo es para Noma Dumezweni, su reina Selina era imposible de salvar.