Stanley, retrato de un criminal
Stanley H.
- Serie TV | 230 min. | Biográfico | Drama
- Público apropiado: Adultos
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- Título original: Stanley H.
- Año: 2019
- País: Holanda
- Dirección: Tim Olehoek
- Intérpretes: Jeroen Spitzenberger, Jochum ten Haaf, Sieger Sloot, Kendrick Etmon, Vincent Linthorst, Juliette van Ardenne, Vincent van der Velde, Sofie Hoflack, Steef Cuijpers, Arend Brandligt, Vincent Lodder, Albert Secuur, Margo Verhoeven, Egbert Jan Weeber, Olivia Lonsdale, Marcel Faber, Titus Muizelaar, Iwan Walhain
- Guión: Robert Jan Overeem, Jan Harm Dekker
- Música: Bart Westerlaken
- Fotografía: Coen Stroeve
- Distribuye en formato doméstico: Filmin
Reparto
Sinopsis oficial
La vida de uno de los delincuentes más populares de los Países Bajos en los años 90. Ladrón de bancos, narcotraficante sin fronteras, su misteriosa muerte en 2011, cuando fue liquidado ante la presencia de la policía holandesa, sigue siendo un enigma a día de hoy.
Crítica

La cúpula Delta
Stanley Hillis es un exitoso ladrón de bancos que poco a poco se hace famoso en Holanda al escaparse de varias prisiones. Cuando el jefe de la mafia local, un tal Bruinsma, muere asesinado, la policía espera en vano el próximo paso de sus lugartenientes. Sin ninguna pista y creyendo que Hillis forma parte del entramado mafioso, introducirán para su banda drogas en el país, con la esperanza de observar sus movimientos y poder descubrir así la identidad de sus jefes.
Miniserie holandesa inspirada en la vida delictiva de Stanley Hillis, uno de los más célebres criminales del país, que murió asesinado a tiros en 2011, sin que a día de hoy se tengan pistas sobre los autores de los disparos. Presenta Stanley, retrato de un criminal a un tipo bastante normal, pero con un gran carisma personal y una inteligencia especial para sacar provecho de todas las situaciones. La serie subraya su liderazgo natural y su habilidad para escapar de las prisiones en donde fue encerrado, pero también de saber encontrar hábilmente los resquicios para enriquecerse con el contrabando, primero de marihuana y luego de pastillas y cocaína. Y enfangar a la policía de por medio.
Estructurada en cuatro capítulos de cerca de una hora de duración, la serie destaca por una elogiable ambientación ochentera y está dirigida con corrección por Tim Oliehoek, aunque la narración abrupta deja quizá demasiados huecos y, sobre todo en la primera parte, atraviesa fases un tanto confusas, lo cual se incrementa por los saltos de tiempo. A la vez que asistimos al auge de Hillis, la trama es muy crítica con los policías encargados del caso, a los que pinta de chapuceros, aprovechados y de verdaderos pardillos. Aunque en sus más de tres horas se incluyen varias imágenes obscenas se opta en general por evitar los excesos. Y también se toma partido por el realismo en las situaciones cotidianas, muy poco peliculeras, huyendo de momentos espectaculares.
En general el guión de Stanley, retrato de un criminal no resulta especialmente brillante a la hora de enganchar al espectador con los personajes, algo grises y poco definidos. Es cierto que el protagonista, bien interpretado por Jeroen Spitzenberger (Jackie), resulta un tipo más o menos cercano, con una cierta ética, pero en el fondo no sabemos nunca cómo es de verdad ni los intereses que tiene. Hillis parece controlar siempre la situación (hasta concedió en su momento álgido una entrevista para la televisión), es cauto, calculador, y da la sensación de ir siempre dos pasos por delante. Sin embargo, acaba derivando hacia el criminal tópico, incapaz de mantener sus relaciones –una mujer y una hija suya marcharon a vivir a Suecia–, de controlar a sus descuidados y frívolos colegas o de establecer un límite para sus actos.
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