Un futuro desafiante (2023), de Scott Z. Burns

Miniserie antológica creada por Scott Z. Burns, quien ha debido creerse mucho lo de “anticipador del futuro” a cuento de Contagio y el coronavirus, porque aquí asume el papel de profeta anticipador de desgracias por el cambio climático, y es que al contrario de lo que sugiere el título de un libro-ensayo de Michael Shellenberger, en su opinión, “sí hay apocalipsis”, nos estamos cargando el planeta, algo habrá que hacer, o el mundo se va a acabar. Por lo menos, una serie de alerta planetaria con ocho capítulos de cerca de una hora, ambientados entre 2037 y 2070, con un coral reparto estelar de actores hollywoodienses, que se convierte en ejercicio nada disimulado de catequesis sobre el tema.

La temperatura de la Tierra está subiendo, los glaciares se deshielan, la gente se muere de calor, hay incendios e inundaciones, el aire es irrespirable... Cada año que pasa, se extingue una especie, y eso que ya hemos aprendido a hablar el “ballenato” para pedir perdón a la única cetácea que surca los mares. Los empresarios piensan en su cuenta de resultados, o adoptan actitudes mesiánicas, tal vez atendiendo a su superego. Los políticos no dejan de mantener discusiones estériles. Una niña, especie de clon latino de Greta Thurnberg da lecciones de teología a un rabino que sacrifica sus principios por salvar la sinagoga.

En cada capítulo tenemos una trama principal a modo de cuento de advertencia de un tipo u otro, donde conviven los conflictos globales con la mirada a familias rotas, donde un miembro demuestra más conciencia ecológica que otro más pragmático, lo que es tremendo, porque todos se quieren, pero se hacen daño... Por cierto, que el título origina "Extrapolaciones" es más honrado y exacto de las intenciones de la serie que el de "Un futuro desafiante", pues al fin y al cabo, siempre lo es, ahora y hace dos mil años.

Destaca lo ambicioso de la producción, tanto en dirección artística como en capacidad de involucrar a un montón de actores conocidos, mírese nuestra ficha técnica, aunque la verdad es que no cabe destacar mucho a ninguno, porque decir que Meryl Streep está genial como abuela fallecida que grabó cuentos a su nieto y presta voz a una ballena, o que Edward Norton se muestra desgarrador dando vida a un empresario científico que trata de reconectar con su hijo, o lo que sea, además de no ser cierto, sería tontería, porque sus personajes son esquemáticos, únicamente los vemos en situación, respondiendo a un desafío o necesidad narrativa concreta, pero carecen de la capacidad de involucrar emocionalmente al espectador en lo que ve. Y es que como de catequesis climática estamos servidos todos los días en el telediario, si no se va más allá con una historia humana potente, puede producirse el efecto contrario, y que uno se diga, “pues no será para tanto” o “a ver si me dejan conducir mi coche de gasolina un poquito más, que mi sueldo no da para autos eléctricos, vaya”.