
Jackie Chan
69 añosPremios: 1 Oscar Ver más
Orient Express
Sus correctos modales orientales y sonrisa eterna le acompañan siempre fuera de la pantalla. Pero dentro de ella, el gesto cambia en agresividad: aprieta los dientes con fuerza y sus ojos rasgados reflejan la furia de quien va a golpear con denuedo a incautos enemigos. Es la estrella más acrobática y espectacular de las artes marciales y gracias a sus comedias de acción su nombre es marca de exportación mundial.
“Si te sientas en el camino, ponte de frente a lo que aún has de andar y de espaldas a lo ya andado”, dice un conocido proverbio chino. Un pensamiento que ha cumplido a rajatabla Jackie Chan, un artista para el que no hay retos que puedan equipararse al más difícil todavía. Capaz de superar la estela de un mito como Bruce Lee, cuando lo consideraron su sucesor, rompió todos los moldes del cine de artes marciales con un estilo propio que mezcla acción y humor con resultados sorprendentes en taquilla. Tras las cámaras planifica escenas espectaculares de enorme riesgo que él mismo luego protagoniza derrochando energía y adrenalina, para admiración de propios y extraños. Pero alcanzar la popularidad de superestrella le ha supuesto sangre, sudor y lágrimas.
De pequeño, Jackie soñaba con ser un vaquero y pisar algún día el salvaje Oeste a lomos de un caballo, pero hasta que eso realmente sucedió, la vida le deparó un camino no precisamente de rosas. Por falta de recursos, sus padres estuvieron a punto de venderlo por 26 dólares a un médico inglés, cuando nació en Hong Kong (1954). A los siete años dio con sus huesos en la Escuela de la Opera de Pekín. Fueron diez duros años que le marcarían para toda la vida. Bajo una férrea disciplina, aprendió todo el despliegue acrobático mostrado hoy en sus películas. También conoció técnicas de mímica y actuación que le llevarían muy pronto a debutar en el cine con Little and Wong Tin Bar (1962). Aunque tendría que salir de la Opera de Pekín para hacer algo realmente serio como coreógrafo en Policewoman (1971). Fue un momento efímero, ya que luego no tuvo más remedio que trabajar de cualquier cosa para llevarse el pan a la boca.
Chan siempre se ha caracterizado por su tenacidad. Así se empeñó en participar en películas donde estaban los más grandes. Fueron pocos los segundos para vérselas con la leyenda, Bruce Lee, que de soberana patada lo envía despedido por una ventana en Furia Oriental; pero ahí estuvo. Poca cosa... hasta que llegó definitivamente su hora. En 1978 llama la atención como protagonista en La serpiente a la sombra del águila, y repite éxito al año siguiente con El mono borracho en el ojo del tigre, dos títulos que desmitifican la línea tradicional del subgénero. En estos papeles muestra su lado más desenfadado y renueva el arte del kung fu con nuevas técnicas. Ya se vislumbra a ese Chan que rechaza dobles y efectos especiales increíbles –“el efecto especial soy yo”, suele decir. El público acogió a su nueva estrella con los brazos abiertos.
En las dos últimas décadas Chan no ha dejado de cosechar éxitos. Se han multiplicado entre saltos de un edificio a otro, persecuciones trepidantes, patadas y puñetazos hasta en en el carnet de identidad, aliñado todo con grandes dosis de humor. Algunos films son Los piratas del mar de China (1983), Los tres dragones (1987), Armour of God (La armadura de Dios) o Police Story, donde casi pierde la vida al caerse 12 metros de un árbol durante el rodaje. En ellos, Chan se había convertido en hombre orquesta que produce, dirige, actúa y coordina la coreografía. Además, con rapidez y presupuestos de sonrojar a la industria americana.
Es precisamente el mercado norteamericano su gran espina. La furia de Chicago y El protector funcionaron mal, porque parecían más adecuados para Clint Eastwood que para la imagen asiática de Chan. Mejor han ido las cosas con sus últimos trabajos: Hora punta (1998) y Shanghai Kid. Del Este al Oeste (2000). En esta última interpreta a un guardia imperial de la Ciudad Prohibida que viaja al Oeste americano para rescatar a una princesa. Quizás sea un buen augurio y encuentre el camino definitivo hacia ese horizonte que soñaba de niño este polifacético y peculiar hombre del cine internacional.