
Werner Herzog
81 añosPremios: 0 Oscar (más 3 premios y 1 nominaciones) Ver más
Romántico al límite
Su nombre figura escrito en letras de oro como ilustre representante del nuevo cine alemán, junto a los de Rainer Werner Fassbinder, Wim Wenders, Margarethe von Trotta o Volker Schlöndorf. Pero su romántica mirada extrema a la naturaleza y al hombre conceden a su cine rasgos personalísimos.
Werner Herzog Stipetic, más conocido como Werner Herzog, nació en Munich, Alemania, el cinco de septiembre de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando en su país mandaba el funesto Adolf Hitler. Su padre era alemán y su madre croata, y cuando un bombardeo estuvo a punto de destruir su casa, decidieron que era mejor irse al campo más profundo de Baviera, a la pequeña población alpina de Sachrang. Volverían a Munich cuando Werner había cumplido los 12 años, pero en el ínterim su padre, de inquietudes casi vagabundas, les abandonó. Inadaptado en la escuela, pero con inquietudes culturales y ganas de ver mundo, Werner inició estudios universitarios de historia y literatura germánica en Munich y Pittsburgh. Viajaría con frecuencia a lugares exóticos, como puntos ignotos de la propia Alemania, más Sudán, Estados Unidos, México, allá donde acechaba el peligro. Al fin y al cabo hablamos del cineasta que en La Soufrière, filma junto a un volcán en erupción.
La fascinación por el cine nació temprano, ya que con 19 años filmó su primera película, el corto Heracles, donde traza un curioso paralelismo entre el héroe griego y los habituales de los gimnasios. En esta dedicación, para la que no realizó estudios formales, le inspiró la lectura de un artículo enciclopédico sobre el Séptimo Arte, allí se enteró de todo lo que necesitaba para empezar a filmar, lo que incluía una cámara. A la hora de hacerse con una no fue muy ortodoxo, pues la sustrajo de la Escuela de Cine de Munich. Como explicación, dijo que “no lo consideraba un robo, sino sólo una necesidad, tenía una especie de derecho natural a la cámara, una herramienta con la que trabajar”. En cualquier caso, entusiasmo y ganas de trabajar para financiarse no le faltaron a Herzog, que trabajó como soldador en una fábrica para pagarse su primera película, que realizó a través de su propia compañía.
Desde el inicio de su carrera, Herzog se interesa por el hombre sometido a desafíos extremos, lo que plasma en un género, el documental, que nunca abandonará, complemento perfecto de su obra de ficción, y en el que resulta habitual que ejerza de narrador. A tal respecto logra su primera obra maestra con El país del silencio y la oscuridad (1971), donde muestra con exquisita sensibilidad la humanidad de las personas sordociegas; también aborda las discapacidades infantiles en la conmovedora Futuro incierto (1971); la dignidad extraordinaria de los protagonistas de estos trabajos es todo un contraste con los horrores de una Alemania nazi entonces no tan lejana en el tiempo. Además son notables Los médicos voladores de África Oriental (1969) y El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1971). Lo cierto es que como documentalista, Herzog demuestra un sexto sentido para detectar temas inusuales a los que imprime gran pasión. Por ejemplo, no duda en abordar su difícil relación con el actor Klaus Kinski en Mi enemigo íntimo (1999). Logra un perfecto y nada fácil equilibrio en su asombro en su mirada a un hombre que convive con los osos en Grizzly Man (2005), su única nominación al Oscar. Explora lugares increíbles que suponen un desafío para que acceda a ellos el ser humano en Encuentros en el fin del mundo (2007) y La cueva de los sueños olvidados (2010). De su búsqueda infatigable dio cuenta cuando dijo que “me iría a Marte si fuera necesario, para encontrar imágenes puras, ya que en esta tierra no es fácil encontrarlas”.
Verdaderamente nada detiene a Herzog a la hora de plantearse el reto de una película, y de ello quiso dejar constancia documental y ser ejemplo en el corto de Les Blank Werner Herzog se come su zapato. El cineasta alemán, como incentivo para que Errol Morris filmara un documental sobre cementerios de mascotas, le dijo que el día que se pusiera a ello, se comería un zapato. Morris no cumplió, pero el día en que se estrenó el film maldito La puerta del cielo de Michael Cimino le pareció adecuado vivir el ritual de la ingesta de zapato, recogida en celuloide por Blank.
En la ficción se estrena en 1968 con Signos de vida, las tribulaciones de un paracaidista alemán que durante la guerra es enviado, para pasar su convalecencia, a Creta, donde la forzosa inactividad le desquicia; le valió el Premio Especial del Jurado en Berlín. El paisaje y la aventura son elementos comunes con sus documentales. Deslumbra con su mirada a los conquistadores españoles de América y su duelo con la naturaleza de la jungla en Aguirre, la cólera de Dios (1972). Film desmesurado y romántico, de tono operístico, una línea que también podrá advertirse en el también selvático Fitzcarraldo (1982), gracias al cual fue distinguido como mejor director en Cannes. Las condiciones extremas de rodaje produjeron conflictos entre Herzog y Kinski, y en Aguirre el director llegó a amenazar a su protagonista con un arma. Con frecuencia Herzog tomará para sus películas historias reales, que adapta al formato cinematográfico; ocurre también en El enigma de Gaspar Hauser (1974) –Gran Premio del Jurado en Cannes–, sobre un joven que estuvo encerrado en un sótano durante años en el siglo XIX, y que una vez liberado cuenta con la ayuda de un profesor para reintegrarse en la sociedad. Su interés por los inadaptados, las personalidades extremas y los que padecen injusticias también se advierte en También los enanos empezaron pequeños (1970) y Stroszek (1977).
Los comentarios que hizo en 2006 sobre las libertades que se toma al abordar historias basasas en la realidad, a propósito del film Rescate al amanecer, pueden valer también para sus trabajos más tempranos: “Si prestáramos sólo atención a los hechos, terminaríamos trabajando como contables. Si descubres aquí o allí un hecho modificado o imaginado, supongo que será un triunfo de los contables comunicármelo. Pero yo busco luz para una verdad más profunda, un éxtasis de la verdad, algo que experimentamos una vez cada cierto tiempo, en el cine o la literatura geniales. Yo imagino, pongo en escena, uso la fantasía. Sólo eso arroja luz. De otro modo, si únicamente vas tras los puros hechos, por favor, cómprate la guía telefónica de Manhattan. Contiene cuatro millones de hechos exactos. Pero no arrojan luz.”
Se atreve a emular a su compatriota F.W. Murnau con la vampírica Nosferatu (1979). Otro remake bastante libre y no demasiado apasionante es Teniente corrupto (2009), supuestamente inspirado en el film de Abel Ferrara. Sobre las posibles dificultades de comprensión de su cine, Herzog se dirigía a un hipotético espectador en los siguientes términos: “No son mis sueños. Creo que todos estos sueños… son los suyos también. Y la única distinción entre usted y yo es que yo soy capaz de articularlos.” En efecto, buscar y compartir con el público la capacidad de asombro forma parte de la filosofía fílmica del cineasta alemán.
Werner es un hombre inquieto, que en los 80 y sobre todo 90 transita por nuevos terrenos como el teatro y la ópera. Su vida personal incluye tres matrimonios, y algunas relaciones sentimentales complicadas, de donde han nacido tres hijos. Se considera afortunado de no haber tomado un vuelo para el que tenía billete, fatalmente accidentado, mientras rodaba Aguirre; sólo hubo una superviviente, a la que dedicó en 2000 uno de sus documentales, Julianes Sturz in den Dschungel.
Premios
Nominado a 1 premio
- Documental Encuentros en el fin del mundo
Ganador de 1 premio
- Dirección Fitzcarraldo
Ganador de 2 premios
- Gran Premio del Jurado El enigma de Gaspar Hauser
- Premio del Jurado Ecuménico El enigma de Gaspar Hauser