
Omar Sharif
83 años ()Omar Sharif
El gran conquistador
Era una de las grandes estrellas de Egipto, y del mundo árabe. Galán de sonrisa melancólica, con fama de seductor incorregible, Omar Sharif sobresale en las grandes producciones de corte histórico. Su nombre será recordado sobre todo por sus dos trabajos a las órdenes de David Lean, y eso que también le reclamaron otros grandes cineastas, como Fred Zinnemann, Anatole Litvak, Blake Edwards, William Wyler o Anthony Mann. En los últimos tiempos padecía alzheimer y ha fallecido de un ataque al corazón con 83 años.
Michael Shalhoub (su nombre real) vino al mundo en Alejandría (Egipto), el 10 de abril de 1932. Procedía de una familia cristiana, de origen libanés, de posición desahogada, gracias a su negocio, en el sector de la madera. Siempre fue un gran estudiante, que acabó licenciándose en Matemáticas y Física por la Universidad de El Cairo. Al finalizar sus estudios se dedicó durante un tiempo a la empresa familiar, pero pronto decidió que lo suyo era la interpretación. Tenía 22 años cuando debutó, de la mano de Youssef Chahine, considerado uno de los maestros del cine egipcio, que le reclutó como protagonista en Siraa Fil-Wadi, un edulcorado drama romántico que hizo furor, sobre todo entre el público femenino. Adoptó como nombre artístico Omar El-Sharif. “Lo elegí de cara a que pudieran pronunciarlo los occidentales, porque desde que empecé tenía muy claro que quería luchar para ser conocido en todo el mundo”, recuerda el actor.
Durante el rodaje, Sharif se enamoró de su compañera de reparto, Faten Hamama, un ídolo de masas en Egipto, con la que volvería a protagonizar más películas, que arrasaban en los países árabes. Finalmente, Sharif se convirtió al islam, de cara a contraer matrimonio con ella en 1956, y ambos tuvieron un hijo: Tarek. Posteriormente, cuando dejó a Hamama, Sharif tuvo otro hijo, Ruban, con Paola de Luca, una periodista italiana. Siempre se quejó de que su matrimonio durara poco. “Mi matrimonio hizo aguas porque mi profesión me obliga a viajar de un lado a otro. Por culpa de que vivo como un vagabundo, creo que nunca he llegado a alcanzar la felicidad”, afirmaba. Era un galán muy popular en su país cuando fue reclutado por el británico David Lean, que buscaba un actor árabe que supiera hablar inglés con fluidez para interpretar al príncipe Ali Sherif en Lawrence de Arabia. Para Sharif fue el trabajo más importante de su carrera, a pesar de que el rodaje fue largo y duro. “Estuve dos años trabajando en el film, sin cuarto de baño y sin mujeres. Fue como el servicio militar”, recuerda el actor, que por su interpretación fue nominado al Oscar al mejor secundario. El film de Lean dio a Sharif el reconocimiento internacional, y le abrió las puertas de las grandes superproducciones históricas, como La caída del imperio romano, Las aventuras de Marco Polo, o Genghis Khan, donde encarnaba al célebre emperador de los mongoles. También intervino en El Rolls Royce amarillo e interpretó a un español en Y llegó el día de la venganza, de Fred Zinnemann, justo antes de que Lean le volviera a contratar, esta vez como protagonista, de Doctor Zhivago, inolvidable adaptación de la novela de Boris Pasternak. El papel, uno de los más recordados de su carrera, iba a ser en principio para Peter O’Toole, con el que había trabajado en Lawrence de Arabia, pero éste finalmente lo rechazó. “Guardo buenos y malos recuerdos del film. Buenos porque interpreté a un gran personaje que evolucionaba a lo largo de muchos años. Pero también malos, porque mientras rodábamos me divorcié de mi esposa”, recuerda el actor. El primer hijo de Sharif, Tarek, interpretó a Zhivago de niño.
A Shariff le pesó muchísimo el divorcio, pues tras alejarse de Hamama, no volvió a tener pareja estable, y sólo romances ocasionales, a veces con alguna estrella, como Barbra Streisand, su compañera de reparto en Funny Girl, un gran musical de William Wyler. “Mi fama de conquistador es una gran mentira, pues no creo que tuviera más conquistas que cualquier hombre de la calle. Además, después del divorcio sólo he tenido aventuras sin consecuencias”, afirma el actor que sucumbió a la ludopatía cuando se dejó llevar por su pasión por el bridge. A veces, el juego le interesaba más que los rodajes, por lo que llegaba a exigir que los aplazaran o a rechazarlos cuando había competiciones de bridge internacionales. “He llegado a perder hasta un millón de dólares en una noche, algo que no me podía permitir. Y es porque estaba solo, pues me aburría y necesitaba emociones fuertes. Es una pena que no hubiera tenido a mi lado a una mujer”, recuerda el actor. Al parecer, heredó la afición de su madre, y combinada con el alcohol es nefasta, pues Sharif ha tenido problemas con la justicia por haber agredido en una ocasión a un policía, y en otra al vigilante del parking, las dos veces en sendos casinos.
En la pantalla, a Sharif siempre le fue mejor que en su vida privada, pues intervino en grandes filmes a finales de los 60, como el western El oro de Mackenna, y el thriller La noche de los generales, que volvió a emparejarle con Peter O’Toole, y en la que era un oficial nazi que investigaba un asesinato cometido por un general. En los 70 y 80 su estrella se fue apagando, pese a que siguió apareciendo en títulos como Orgullo de estirpe, El ultimo recurso, La isla misteriosa, El enigma se llama Juggernaut o La pantera rosa ataca de nuevo. Poco a poco quedó relegado a secundario de lujo, como se puede comprobar en Top Secret, con la hilarante secuencia del vendedor ciego que vendía ‘artículos de coña’.
Aunque tras el sonoro fracaso de El guerrero nº 13 se planteó seriamente retirarse del cine, finalmente decidió seguir en activo, y obtuvo un gran éxito con El señor Ibrahim y las flores del Corán, de François Dupeyron. En esta adaptación de la novela de Eric Emmanuel Schmitt, interpreta a un tendero musulmán que se hace amigo de un adolescente judío. Después fue un príncipe árabe, como el de Lawrence de Arabia en Océanos de fuego, y el narrador de 10.000, superproducción prehistórica de Roland Emmerich.