
Michael Cimino
77 años ()Premios: 1 Oscar (más 1 nominaciones) Ver más
Del cielo al infierno
En su momento fue uno de los representantes del clan de jóvenes que renovaron Hollywood en los 70, entre los que se cuentan Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg. Pero uno de los mayores fracasos de la historia del cine y su fama de director problemático dieron al traste con su carrera. Michael Cimino se quedó a las puertas del cielo. En su escasa filmografía (siete largos) ha retratado a diversas minorías étnicas de Estados Unidos. El director ha fallecido con 77 años, según dio a conocer Thierry Fremaux, director del Festival de Cannes.
Nacido el 3 de febrero de 1939 en el seno de una familia italoamericana –es hijo de un editor de discos y una diseñadora de moda–, el neoyorquino Michael Cimino estaba considerado como un niño prodigio en las escuelas privadas a las que sus padres le enviaron de niño. Pero se convirtió en un adolescente conflictivo que se metía en peleas, se rodeaba de malas compañías y solía llegar a casa ebrio.
Tras estudiar Artes Gráficas en la Universidad de Michigan, se licenció en Pintura por Yale, uno de los campus mejor valorados de Estados Unidos. Cuando finalizó sus estudios regresó a su ciudad natal, donde estuvo trabajando como director de anuncios publicitarios. "Conocí a unos tipos que sobrevivían rodando anuncios comerciales, y estaban rodeados de chicas guapas, así que lo siguiente que recuerdo es que yo también estaba trabajando en lo mismo", recuerda Cimino. En el mundillo de la publicidad conoció a Joann Carelli, también directora publicitaria, de la que se enamoró. A lo largo de 30 años mantuvo una relación intermitente con ella, con diversas rupturas y reconciliaciones.
Fue Carelli quien le sugirió a Michael Cimino mudarse a Los Ángeles para reconvertirse en realizador de cine, aunque una vez instalados en la ciudad haría sus pinitos en el Séptimo Arte como guionista. "Por aquel entonces sólo tenías una oportunidad de dirigir si poseías un guión en el que estuviera interesado una estrella. Yo no tenía el suficiente dinero para adquirir los derechos de ningún libro, así que decidí hacerme guionista". El plan le funcionó casi a la perfección, pues después de que le contrataran para escribir Naves misteriosas y Harry el fuerte, la segunda entrega de Harry el sucio, logró impresionar al protagonista de este segundo film, Clint Eastwood, que le compró su guión de Un botín de 500.000 dólares a través de Malpaso, su compañía de producción. Eastwood, que acababa de debutar en la realización con Escalofrío en la noche e Infierno de cobardes, esperaba dirigir también esta cinta, pero Michael Cimino logró convencerle para que cambiara de opinión y le permitiera a él mismo debutar como realizador.
El film, en el que Eastwood interpreta a un atracador retirado que vuelve a dar un golpe junto con un joven vividor al que toma como pupilo –Jeff Bridges–, tuvo un éxito apreciable (costó 4 millones de dólares y recaudó 25), e incluso obtuvo una nominación al Oscar (Bridges como actor secundario). Así las cosas, Cimino quedó en posición de exigir para su segundo trabajo un amplio presupuesto que le permitió reunir a un sólido reparto. El cazador iba a estar protagonizada por Robert De Niro –ya entonces una gran estrella–, acompañado por Christopher Walken, Meryl Streep, John Savage y John Cazale.
Ya durante el rodaje de El cazador, Michael Cimino empezó a labrarse cierta fama de director conflictivo. Reescribió el guión él mismo tras apartar del proyecto a Deric Washburn, y a los autores originales, Louis Garfinkle y Quinn K. Redeker, que pidieron su intercesión al Gremio de Guionistas. Este organismo decidió que lo justo era ponerles a todos en los títulos de crédito. También se enfrentó a la productora, Universal, porque los ejecutivos querían apartar a John Cazale del film, ya que padecía un cáncer de huesos terminal y temían que falleciera antes de finalizar el rodaje. Aceptaron mantenerle dentro porque su novia, Meryl Streep, amenazó con dejarles plantados, pero hubo que cambiar el plan de rodaje, adelantando las secuencias de Cazale, lo que retrasó considerablemente la finalización del film.
Además, el realizador se empeñó en que se estrenara su montaje de tres horas. La productora exigió una versión recortada y organizó pases de prueba de ambas alternativas. Cimino decidió sobornar al proyeccionista para que hubiera interrupciones inesperadas cuando se proyectaba la más corta, influyendo así en la calificación del público reclutado para la prueba.
La excelente cinta sobre tres amigos aficionados a la caza, que trabajan juntos en una fábrica de acero antes de partir a la guerra de Vietnam fue un gran éxito de taquilla. El cazador la gran triunfadora de los Oscar de 1979, al conquistar cinco premios en las categorías de película, director, actor secundario (Christopher Walken), edición y sonido. Tras la gala, el equipo del film, Cimino incluido, tuvo que salir del auditorio por la puerta de atrás con custodia policial, ante la amenaza de grupos extremistas que esperaban en la puerta, decepcionados por la imagen que daba el film de los soldados americanos.
El fin de los autores en Hollywood
Hicieron falta cuatro grandes de Hollywood –Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford y David Wark Griffith– para fundar United Artist. Pero Michael Cimino acabó con la compañía él solito, sin ayuda de nadie.
Tras los excelentes resultados de taquilla de El cazador, la legendaria productora decidió darle manga ancha para su siguiente proyecto, La puerta del cielo, western que protagonizarían Kris Kristofferson, John Hurt, Isabelle Huppert, Brad Dourif, Sam Waterston, un joven Mickey Rourke y el veterano Joseph Cotten. Además, Cimino recuperó a Christopher Walken y Jeff Bridges. Se centraba en las peripecias de dos amigos (Kristofferson y Hurt) que veinte años después de licenciarse en Harvard acaban cada uno de ellos en un bando distinto, en un lamentable episodio histórico, cuando una asociación de terratenientes organizó una cacería humana de 125 emigrantes molestos a los que acusaban de robar ganado.
El rodaje se complicó hasta lo impensable. Cimino se enfrentó con técnicos y actores –hasta el punto de ganarse el apodo de 'el ayatolá'–, y sobrepasó el tiempo estimado del rodaje, sin poder explicar a ciencia cierta cuándo iba a terminar, lo que multiplicó los costes hasta 44 millones de dólares. Esta cifra la convertía en la producción más cara filmada hasta el momento. Ya que estaban hipotecando la compañía (habían puesto tanto dinero que o el film triunfaba o se quedaban en la calle) los ejecutivos querían ver al menos qué estaba rodando Cimino, pero él llegó a cambiar las cerraduras de la sala de montaje para que nadie pudiera revisar su trabajo. Finalmente les comunicó a sus jefes una noticia buena –había terminado– y una mala –el montaje final duraba cinco horas y pico, impensable para una distribución convencional–.
Se optó por recortarla a un montaje de 149 minutos, que sin embargo desconcierta al público. Tras un arranque 'viscontiniano' magistral –la graduación en Harvard de los dos protagonistas, con el sensato discurso del reverendo interpretado por Joseph Cotten–, el resto del film parece confuso, recortado y falto de fuerza. No resulta extraño que recibiera unas pésimas críticas y que no llegara a recaudar ni 4 millones (había requerido una inversión de 11 veces esa cantidad).
Alguien pensó que cuando llegaran los Oscar, una lluvia de premios podría renovar el interés del público por el film. Pero sólo obtuvo una candidatura, a la mejor dirección artística. El resultado fue que United Artist quedó en bancarrota, y sólo siguió adelante porque MGM la compró, convirtiéndola en una filial. Años después se puso en circulación una versión más completa, de 219 minutos, que para muchos autores permite entender mucho mejor lo que Cimino quería contar con este pretencioso film.
El batacazo de La puerta del cielo marcó el fin de la época de los autores estrella en Hollywood. Las 'majors' se dieron cuenta de que les convenía más tener en nómina a un director mercenario –que supliese la genialidad con un comportamiento profesional– que a un artista de prestigio descontrolado al que la jugada le podía salir mal.
Contra lo que se pueda pensar, este estrepitoso fracaso no explica por completo el fin de la carrera de Michael Cimino. Poco después, unos arriesgados ejecutivos de Paramount decidieron contratarle –al fin y al cabo era el responsable de El cazador– para rodar Footloose, el film que protagonizaría Kevin Bacon, como un adolescente que se traslada a un pueblo donde se ha prohibido la música rock. Cimino estuvo cuatro meses al frente del proyecto, pero en ese tiempo no paró de pedir libertad absoluta y exagerados aumentos del presupuesto para construir grandiosos decorados, hasta el punto de que sus jefes empezaron a temer que se repitiera la historia de La puerta del cielo. Finalmente, le despidieron.
Consiguió que le contrataran para Motín a bordo, La zona muerta y Sed de poder, pero en las tres fue apartado del rodaje muy rápidamente, por sus exigencias extravagantes. Desde aquel momento, Cimino acarreó para siempre la etiqueta de no haber aprendido la lección tras haber hundido United Artist. Esto le cerraba prácticamente las puertas de los estudios.
En 1985, el productor Dino de Laurentiis le puso a dirigir Manhattan sur. El propio Michael Cimino coescribió el guión con el entonces emergente Oliver Stone, adaptado de una novela de Robert Daley. Recuperó a Mickey Rourke para interpretar a un policía que combatía contra la mafia china. El violento pero interesante film funcionó en taquilla, pero levantó una enorme polémica, pues el cineasta fue acusado de racismo por su retrato estereotipado de los chino-americanos.
Con compañías independientes, Cimino pudo terminar tres películas más: La irregular El siciliano (basada en una novela de Mario Puzzo), 37 horas desesperadas (remake de Horas desesperadas, de William Wyler) y Sunchaser (thriller sobre un indio que secuestra a un médico). Ninguna de ellas tuvo demasiada repercusión en taquilla, por lo que el realizador desapareció por completo del mundo del cine.
A principios del siglo XXI, Michael Cimino se reconvirtió en novelista. El gobierno francés le recompensó con la medalla Chevallier des Artes et des Letres. En sus apariciones públicas mostró un extraño cambio de imagen, con un rostro irreconocible, rejuvenecido mediante la cirugía, y tan ambiguo que ha dado pie a especulaciones variopintas, según una de las cuales se había cambiado de sexo y vivía en París con el nombre de Elizabeth.
En el Festival de Venecia de 2012 se proyectó una versión restaurada de La puerta del cielo, y Michael Cimino recibió el premio Persol, por el conjunto de su trayectoria.