
Jordi Mollà
55 añosEl hombre polifacético
Jordi Mollà se esfuerza en buscar papeles muy diferentes, y es capaz de rodar en español, catalán, francés e inglés. El cine español se le ha quedado corto y últimamente se ha establecido como secundario de Hollywood.
Nacido el 1 de julio de 1968 en L’Hospitalet de Llobregat, Jordi Mollà i Perales se preparaba para ser administrativo. “Pero algo dentro de mí me decía que tenía que hacer otra cosa, que aunque me diera miedo, aunque pudiera ser catastrófico, tenía que estudiar teatro e intentar ser actor”. Decidió intentar cumplir su sueño, y finalmente se matriculó en el Institut de Teatre de Barcelona, aunque luego amplió su educación en Italia, Hungría e Inglaterra. Empezó a actuar con la compañía catalana Teatre Lliure, además de intervenir brevemente en la serie de la televisión autonómica La granja.
Debutó en el largometraje cinematográfico con Jamón, Jamón, como novio de otra primeriza, Penélope Cruz, y junto a Javier Bardem, que apenas había iniciado su carrera. Tras interpretaciones discretas en Historias de la puta mili, Mi hermano del alma, Alegre ma non tropo o Todo es mentira, fue el amiguete de Juan Diego Botto en Historias del Kronen, retrato de los jóvenes erráticos de los 90, que tenía como director a Montxo Armendáriz. También tuvo la oportunidad de trabajar con Pedro Almodóvar en La flor de mi secreto, y volvió a coincidir con Penélope Cruz y Juan Diego Botto, en La Celestina, prescindible versión del clásico de Fernando de Rojas.
El actor realizó su mejor trabajo en La buena estrella, de Ricardo Franco, donde era Daniel, un tipo que maltrata a su novia tuerta, que tras quedarse embarazada se refugia en casa de un carnicero estéril. Además de volver a trabajar con Bigas Luna en la prescindible Son de mar, encarnar a Sapo, sospechoso compañero de piso de Eduardo Noriega en Nadie conoce a nadie, y algún papel en películas menores como el western Un dólar por los muertos o Segunda piel, debuta en Hollywood con Blow, durante cuyo rodaje hizo buenas migas con el actor Johnny Depp.
Desde entonces, Mollà se ha prodigado más como secundario en producciones de las majors estadounidenses, como Dos policías rebeldes II, El Álamo (2004), Elizabeth: La edad de oro, Che, guerrilla y Noche y día. Ocasionalmente vuelve al cine español en títulos como GAL, donde era un comisario muy similar a José Amedo.
Mollà es un artista polifacético que no se limita únicamente a actuar, sino que también tiene inquietudes literarias, pues ha escrito las obras ‘Agua estancada’ y ‘Las primeras veces’. Es también autor de diversas creaciones de videoarte, y se prodiga como pintor. Fue también director del film No somos nadie, crítica al mundillo catódico, aunque asegura que en su casa no tiene televisor.
A pesar de que tiene una posición envidiable –no paran de llamarle para rodar producciones de Hollywood– lo cierto es que Mollà acumula más despropósitos que aciertos, con títulos ‘gloriosos’, como El cónsul de Sodoma. Pero a él no parece preocuparle esto en absoluto. “Me gustan los actores que han hecho trabajos que pasan a la historia e interpretaciones para olvidar. Un actor que siempre da en la diana es de un aburrimiento tremendo, es como un tenista que lo devuelve todo”, comenta Mollà. “No quiero compararme en absoluto con Marlon Brando, pero creo que por esa misma razón ahora le recordamos tan grande y nos dio trabajos tan descomunales”. Efectivamente, equipararse a sí mismo con Marlon Brando puede ser una comparación odiosa. Tiene pendiente de estreno el film There Be Dragons, donde interpreta a un secundario.