
John le Carré
89 años ()El escrtor que surgió del frío
Retrató mejor que nadie la Guerra Fría, y el submundo del espionaje, que conocía al dedillo al proceder del servicio de inteligencia. Sus novelas han dado lugar a lo largo de los años a series y largometrajes de altura. John le Carré falleció el 12 de diciembre de 2020, a los 89 años, en un hospital de Cornualles, donde tenía su residencia, tras sufrir una neumonía.
Nacido en Poole, localidad marítima en el condado de Dorset, el 19 de octubre de 1931, David John Moore Cornwell –su verdadero nombre– estudió en las universidades de Berna y Oxford. Comenzó a trabajar para los servicios secretos británicos cuando estudiaba alemán en Suiza, a finales de los cuarenta. Mientras daba clases en el elitista colegio privado de Eton, le reclutó el Servicio Exterior Británico. Desde una pequeña oficina del MI5 (la agencia de inteligencia interior) en Curzon Street (Londres), se dedicaba a instruir a espías procedentes del otro lado del telón de acero atraídos al bando de Occidente. Durante esa etapa, comenzó a escribir, bajo el seudónimo de John le Carré.
Su primera novela, Llamada para un muerto, de 1961, introducía al George Smiley, su personaje más característico. Volvería a aparecer en "Asesinato de calidad" (1962), "El topo" (1974), "El honorable colegial" (1977) y "La gente de Smiley" (1979). Como secundario aparece en otras tres, "El espía que surgió del frío" (1963), "El espejo de los espías" (1965), y "El peregrino secreto" (1990). Tras el final de la Guerra Fría, la obra de Le Carré se centra en temas como el desmembramiento de la Unión Soviética, el terrorismo islámico, o las conspiraciones de las farmacéuticas. Tras "Volar en círculo", su autobiografía, publicó su última novela, "Un hombre decente", en 2019.
La obra de John le Carré ha dado mucho juego en el cine y la televisión. Empezó con buen pie, cuando Martin Ritt convirtió en largometraje El espía que surgió del frío, con Richard Burton como protagonista, en un logrado papel que le valió su cuarta candidatura al Oscar, Alec Leame, agente británico que acepta la misión de hacer creer a los soviéticos que ha desertado. Aquí, Rupert Davies se metió en la piel de Smiley. James Mason, Simone Signoret, Maximilian Schell protagonizaron la lograda Llamada para un muerto, de Sidney Lumet, donde tuvo que cambiarse el nombre de Smiley por Charles Dobbs, porque Paramount, que produjo la anterior cinta, tenía los derechos del personaje.
Tras la menos interesante El espejo de los espías, tuvo una buena acogida internacional la estupenda miniserie británica de siete capítulos Calderero, sastre, soldado, espía, que tenía al mejor Smiley, nada menos que Alec Guinness. Éste repitió en La gente de Smiley, que también arrasó. Diane Keaton protagonizó La chica del tambor, de George Roy Hill, donde daba vida a una actriz estadounidense infiltrada en un grupo terrorista palestino.
En 1990, Sean Connery y Michelle Pfeiffer, protagonizaron La casa Rusia. Barley Blair es un editor inglés que viaja a Rusia por órdenes de la CIA, para informarse sobre un importante manuscrito científico. En Moscú deberá entablar relaciones con Katya Orlova, una guapa distribuidora rusa, y comprobar e informarse sobre estos documentos confidenciales que poseen una relevancia mundial. La lograda El sastre de Panamá, narra la llegada al Panamá de la era “postrecuperación-del-canal” de Andy (Pierce Brosnan), espía que trabaja en su propio provecho y sólo, como posible efecto secundario no deseado, en el de su país, el Reino Unido.
En El jardinero fiel, Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) teje la historia de Justin, diplomático británico que investiga la sospechosa muerte de su esposa, una activista, en una zona desolada del norte de Kenia. Sólidos trabajos de Ralph Fiennes y Rachel Weisz, que ganó el Oscar a la mejor secundaria. El sueco Tomas Alfredson firma una de las versiones más logradas, El topo, con un impecable Gary Oldman en la piel de Smiley. El hombre más buscado supuso uno de los últimos trabajos del siempre magistral Philip Seymour Hoffman.
Ewan McGregor encabezó el reparto de la aceptable Un traidor como los nuestros, aunque en los últimos años destacaron dos valiosas incursiones televisivas en el universo de John le Carré. Susanne Bier dirigió El infiltrado, miniserie de seis capítulos, y Park Chan-wook hizo lo propio con La chica del tambor.